Laura, Laurita (primera parte). Alejandro Leibowich







Alejandro Leibowich


-¿Podés acercarte? no puedo escucharte. Ahí dejé la pava para el mate. Me gusta tomarlo amargo y solo, es una costumbre que tengo. Soy una antigüedad -cof cof

No te olvides de acercarte para que te lea los labios había dicho Claudio.

-¡Dejé las cosas sobre la mesa! -¿me ves? ¿podés leer mis labios?

-¿Y tu papá que hace? ¿Eh,eh?

-Ahora anda ocupado, está de guardia. Por eso no pudo venir, sabrás perdonar -pongo a un lado la silla, y miro por la ventana que da a un patio interno, en esa casa chorizo. El perro tiembla, necesitaría sacarlo a pasear. Me tiene miedo, tiene miedo de todo. Debe ser como con los humanos, está cargado de electricidad, un paseo lo normalizaría un poco. No conozco sedantes para perros.
-Tomá algo caliente. Tenés que calentar el cuerpo. La señora que hace la limpieza va temprano a la iglesia. A misa como un reloj.


-Ah -me llama la atención ver tantos cuchillos dispersos por la mesa. No sé bien qué sentido tienen. Sólo cuchillos, nada de platos y tenedores. Mi padre, como los indios, mil pensamientos, dos palabras. Mil cuchillos y un audífono de la época de Edison. Debe ser jodido usar eso.

-Tío, ¿no lo usás? -había un diario viejo en el piso, que levanto

-Eh, eh... Tomá servite, servite.

-¡Gracias! -no tengo la menor idea de lo que me tengo que servir, pero gracias de verdad 

Gestos invisibles sobre el mantel. Veo que el pulso no es bueno. Maldito temblor, ¡qué mal eso de que te pasen así los años! Estuve en tantos lugares y no aprendí nada, nada.

-Tomá algo caliente, tenés que calentar el cuerpo. Y dale, tocá algún tango en el piano. ¡Vos le pasaste el trapo a Pugliese! En la heladera hay queso, ahí tenés el pan. Hacéte tostadas, hacéte.

-¿Yo le pasé el trapo a Pugliese? Jajaja. Voy al lado de la mesada, ahí también hay cucharas y sobre todo platos. Esto está todo lleno de cuchillos, ¿para qué?

-¿Eh? ¿Eh? Tocá “La muerte del ángel”, es el piano de ella. Al lado dejé el teléfono.

Ese teléfono de la época de Alfonsín. El tiempo se detuvo. Los padres no superan algunas pérdidas. Y ese piano está todo apolillado. Vamos a ver qué tal la afinación. La butaca, para el teléfono también. Y tantas sillas y ¿para qué tantas sillas?

-¡Las bocinas de Buenos Aires! Puedo oírlas, las escucho. Me gusta más la primera parte, es más tango. Lo otro es complicado y parece música de gringos.

-Tío, a mí me gusta más le segunda parte… Me gustan los acordes “podridos”. Dedos, dedos, hay que meter mano nomás.

-Bah, los jóvenes y esa música de Jack Lemmon. Soy una antigüedad.

-No, no. Es John Lennon, y no es tan nuevo eso. Por cierto era buen actor Jack Lemmon. ¡Me hiciste reír fuerte!

-Ahí dejé el tocadisco que trajiste, nadie lo usa, no sé cómo se usa.

Juntando polvo en la sala, las sillas, y la misma bolsa con el Audinac en el suelo. Un samovar. Pinturas de autores ignotos. Y una mesa toda ornamentada que alguna vez estuvo llena de gaseosa y bombones.

-Tío, ¿puedo abrir la ventana que da a la calle? ¿Por qué tanta oscuridad? -¿se habrá vuelto fotosensible como Macedonio? Y lo que se malinterpreta, ¿será por cuestiones solamente auditivas o habrá alguna otra temática a nivel cognitivo?

-No me gusta, la gente pasa, y pasa. Hacen ruido. El piano es distinto, además era de ella.

Abrí la tapa, viejo piano francés, al menos con cuerdas cruzadas. Algunas bordonas estaban atadas, como hacían los viejos tangueros cuando se les rompían en los night club. ¿Quién lo habrá hecho? Los martillos casi precursores de los Yamaha baratos. Parecían broches de madera para colgar la ropa, sumado a que las polillas habían dejado todo bastante a la miseria. ¿Y qué le puedo decir? Macedonio y su amada eterna. Con eso no se jode. Estamos detenidos en el tiempo, teléfono, piano, es como un museo en cierta forma.

-¿Y? ¿Qué onda? Ah, había unas latas, que... Ahora me acuerdo de la otra vez. Cacao amargo, y qué sé yo. Lo tomo solo. Te uso el agua.

-Hacéte las tostadas, hacéte. Sacá lo de la heladera.

-Buenísimo -habitaciones a lo lejos, arriba de uno de los muebles -ahora vuelvo -se delatan mis anteriores visitas. “Highway 61 revisited”, Dylan. “El jugador”, Fedor en una vieja edición de Salvat. Y un dvd de “Citizen Kane”. Me ilumino.

-No, que la gente en la calle anda nerviosa, todos de mal carácter. Y la economía, vos sabés, la economía.

Hace un gesto global y de pulso vacilante, que supongo representaría a la economía. A cierta edad, la mayor conciencia de debilidad tal vez nos traiga esos temores. Menos efervescencia, y más costumbre de inercias. De mirarse más en la sombra de la pared. Tener una proyección de un mundo que te hace niño con arrugas, tal vez. Quedarse en el rincón tomando mate. A controlar más la energía, conservarla. La fuerza es menos, pero no, se niega, ¿también eso se niega?

-Tenés que ir al centro a sentarte en un bar, pedirte un café, ver pasar a las chicas -¿sería un comentario acertado? no sé, quise ser espontáneo…”El olvido está lleno de memoria”, creo que es de Benedetti. Comentario desubicado, trato de arreglarlo. Al menos trato.

-¿Eh? ¿Eh? Me pusieron el cable y me quedo mirando la televisión. Me acompaña. El otro día se quisieron meter por la claraboya de arriba. Está todo lleno de chorros y, ¿dejáste las llaves en la mesa? El otro día le quisieron afanar el auto a Claudio. Decí que tiene seguro que sino… Se lo rayaron.

-Sí, hablé con él, ¡qué mal! -¿podés leerme los labios? Golpean la puerta. -¡golpean la puerta!

-¿Eh? ¿Eh? La señora. Andá a buscar las llaves.

Las llaves, la mesa, la misa, la señora, la puerta.

-¡Hola!

-Hola… ¿vos sos?

-El sobrino, recién mi tío me estaba hablando de usted -sonrío con todos los dientes 

-Ah. Porque tu tío es un hombre fuerte, tiene mucha voluntad, siempre ayuda.

-Sí... pase por favor -no niego que sea fuerte para la edad que tiene y sordo, sordo como Pugliese, ya que lo mencionaba. Tóquese otra maestro. ¡Gracias! ¡Muchas gracias! Recuerdo a Pugliese...

Esas paredes, de color indefinido. Es todo muy depresivo acá. Cierro la puerta y se apodera de mí un espíritu festivo. ¿Qué otra me queda?

-Tío, ¿te gusta Albeniz? -no, pero “Asturias” es un quilombo, no estoy en nivel. Creo que voy a hacer la gran Manzarek.

-¿Eh? Ah, el gallego…

-Sí, por cierto un español, que compuso casi toda su obra en Francia. Pero lo voy a adaptar, voy a tocar funciones…

-¿El cine?

No, definitivamente de la cabeza está bien. El tema sería la sordera.

-Funciones armónicas. Algo así como la paráfrasis en la literatura. Es fácil. Entender el concepto, pero cuadratizar por ignorancia o falta de recursos.

-No sé de qué estás hablando…

-El cifrado, es como el Braille de los sonidos. Es para asirse de algo. Pero vos quedate en el plano sensual, escuchá, escuchá.

-… ¿La viste en la foto de la otra pared?
-¿A ella? Claro. Era muy linda. Pará. Perdoná que diga muchas estupideces, es un recurso defensivo. Me pasa -¿podés leer mis labios? Braille... no lo había notado… hay como un velo en sus ojos, ¿cataratas?, creo que tampoco ve muy bien. Por cierto, también había unos anteojos sobre la mesa de la cocina. Se me había pasado ese detalle, con tantos cuchillos. ¿Para qué los cuchillos?


-¡Tocá! ¡Tocá! Me gusta mucho la música de ese gallego.




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