Natalia Smirnoff: "me gusta la imagen que da una versión propia de la realidad". Alejandro Leibowich


Paola Barrientos

Alejandro Leibowich


La noticia del nuevo estreno de la directora argentina Natalia Smirnoff, “La afinadora de árboles”, me encontró en algún lugar de mi presente hablando con una rosarina que creía en la fidelidad, en la alta fidelidad y sintonía (afinación) de los árboles. A la mañana temprano salía a correr. Unas dos horas, y después de esto, ya exhausta, dejaba caer una licencia humana que se tomaba como tregua. Veía que tenía preferencia por los cipreces. Me contaba que reducían el calor y nutrían la energía Yin. “Se parecen a los cedros”. Aunque también depende el estado anímico (mood), y las intenciones. Hacía cargas en arces porque persiguen a los vientos malsanos y mitigan el dolor. La idea resultaba muy noble. Ella quería erradicar los males del mundo. También al igual que Natalia estaba intrigada por el amor, tal vez el misterio más grande que se nos presenta, y que si tiene respuesta posible esta cambia de lugar de manera constante. Se escabulle evadiendo a los que la buscan en un combate de pulsiones. La chica en cuestión terminaba su lección sobre botánica y árboles diciendo que las acacias blancas ayudan a equilibrar el calor interno y a temperar el corazón.


Natalia Smirnoff nació un 14 de mayo de 1972 en Buenos Aires. Diagramó un rumbo dentro de la ingeniería, y se inscribió en el curso de dirección de la Universidad del Cine. Tiene ahora en su haber tres películas: “Naturaleza muerta”, cortometraje (1997), “Rompecabezas” (2009), “El cerrajero” (2013) y estrena “La afinadora de árboles” (2019). Tras de colaborar con excelentes directores de proyección internacional como Lucrecia Martel, Pablo Trapero y Alejandro Agresti debuta con “Rompecabezas” ganando el premio Casa de las Américas en el Festival de San Sebastián. Luego llegaría “El cerrajero”, que se rotula dentro de los géneros: comedia, romance y comedia romántica. En 2014 se hizo con tres premios: Festival de Sundance: Sección oficial largometrajes internacionales a concurso, Festival de La Habana: Mejor dirección artística, Premios Sur: Nominada a mejor actriz revelación (Yosiria Huaripata). Mientras la crítica nacional daba opiniones en esta sintonía: "El film queda, pues, como un retrato pleno de ternura y de emoción.” Adolfo C. Martínez: Diario La Nación


Natalia tiene un perfil íntimo que se confiesa aún siendo consciente de que lo que diga va a tomar carácter público: “Cuando hice ‘El cerrajero’ (The Lock Charmer), recibí una carta por el Sundance. Me dijeron que si en algún momento sentía que mi estado anímico no era bueno, relea esa carta”.
Se sabe que cierto reconocimiento no reviste gratuidad, definitivamente ella había dado en ciertas fibras emotivas que resultan universales. Los franceses hablan de un latido común entre los humanos que llaman “frères du coeur”. Los nativos amerindios hablaban ya de los hermanos de corazón, alma y de la tierra, actualmente esto deriva en el uso común de expresiones como “mi pana”.


-Hola, Natalia. Hablemos un poco de “El Cerrajero”, si te parece bien. El protagonista de la película es Sebastián, un cerrajero de más de treinta que no cree en la exclusividad de las relaciones interpersonales. Mónica, que es su relación más estable de sus últimos meses (unos cinco), queda embarazada, y la criatura lo podría tener como padre. También aparece una exempleada muy joven de nacionalidad peruana. Cree ver ciertos dones en él. Pero la intriga de la trama, se centra en una posibilidad para Sebastián, nueva, (aunque muchas cosas duermen en la mente y no nos enteramos): la de abrir una nueva puerta, su propia puerta. La llave en cierta forma la tiene quien hace los guiones o dirige, ¿vos qué opinás?


Sí y no. Para mí, un desafío muy importante cuando escribo es que el guión me gane. O sea, me enseñe, me muestre lo que no veo, mis zonas cómodas o de ceguera. Todos tenemos zonas de completa ceguera para protegernos. Me gustaba mucho pensar qué pasaba si se rompía la posibilidad de eso. Sebastián en el cerrajero, es como un rompedor de protecciones de los demás. Sin quererlo ni buscarlo pero no pudiendo evitarlo. Pero eso mismo lo va obligando a salir de esa zona a la que no se animaba y replantear su estructura, sus seguridades. ¿Sus trabas? Me gusta mucho el tema de los dones también. Qué es un don, ¿tenemos dones? Y qué hacemos con eso además.


-El cine tiene la particularidad de recrear nuestra realidad “primera”, la inmediata diría gente como Aristóteles, la que nos llega al abrir los ojos, al despertar. La que guarda y se nutre desde nuestras primeras impresiones e ideas. Esas huellas digitales que son nuestro ADN de por vida. Dirigido por Sophie Finnes, Slavoj Zizek en su “Guía perversa del cine” dice algo que me parece muy interesante, está tomado de uno de sus libros: “El problema para nosotros no es si estamos satisfechos o no. El problema es: ¿Cómo sabemos qué desear? No hay nada espontáneo, nada natural en el deseo humano. Nuestros deseos son artificiales. Entonces nos tienen que enseñar a desear. El cine es la más perversa de las artes, no te sugiere qué desear, te dice ‘cómo desear’”. Ahí él se enfoca partiendo de películas clásicas de Hitchcock para hacer conjeturas lacanianas. ¿Crees que resulta tan así?


Ayer vi el documental sobre cómo se condiciona el qué votar. ¡Imaginate cómo se puede manipular el deseo! Creo que es un momento muy complejo en ese sentido. Yo creo que es súper interesante esa reflexión, pero el término cine es demasiado amplio. Hay películas que llevan a respuestas y otras que llevan a más preguntas. No estoy segura que las que llevan a más preguntas te lleven a un qué desear, porque el centro de la cuestión está en vos. El asunto es la manipulación. Y en ese sentido, si pensamos el cine como producto, como un asunto comercial, ahí sí el peligro va aumentando. Porque es lo que se estudia antes de hacerlo. O sea, para mí el cine puede ser un camino a una mayor libertad o hacia una terrible cárcel. Depende desde dónde esté hecho.
 
Marcelo Subiotto y Paola Barrientos
-Los directores de orquesta para muchos son individuos de fuerte personalidad y carisma que se “imponen” por presencia y dirigen una obra, los ven en conciertos, videos o televisión. Esta gente suele pasar por alto que un director de orquesta es alguien que en ocasiones para lograr su cometido llena de papeles el piso de su living comedor y con una ardua tarea e introspección se va metiendo al menos desde la teoría dentro de toda la orquesta. Entre los papeles desparramados por ahí, él está tocando todos los instrumentos. Situación que pasado este proceso trata de hacer fiel frente a la orquesta, ahora sí, su instrumento. Pero hay varios tipos de directores.
El director de cine checo Milos Forman, tan conocido por “Amadeus”, y antes por “Atrapado sin salida” (One Flew Over the Cuckoo's Nest) cuando le preguntaban qué es un director de cine, decía que para él se trataba de un gran embaucador (se incluía): “Sé un poco de guiones, un poco de actores, un poco de literatura, un poco de fotografía, un poco de historia, un poco de música, un poco de la condición humana, algo de diseño y arquitectura (...)”. Como sea, hay un fuerte parecido en encare entre directores. ¿Qué opinás desde tu perspectiva?


Sí, ¡a veces parece que un director no hace nada, todo lo hacen los otros! No actúa, no hace el arte, no pone la luz, no graba el sonido… En fin... ¡¡y a veces es cierto!! Jajaja,  pero sí, esa coordinación de muchas cosas es lo que hace a una coherencia, un tono, que siempre es algo sumamente interesante cuando está logrado y es único. O también cuando no está logrado. Como que es una forma de lenguaje en sí. A mí me atrae mucho ver los tonos de las películas, me parece como una variable, un elemento súper interesante a jugar. También cuando las obras no son acabadas, cuando no salen tan redondas, esos errores suelen tener momentos vitales hermosos. O únicos. Hay algo en lo desparejo. En fin, me parece que justamente, la idea de tocar de una manera particular cada elemento, que a veces queda mejor y a veces peor es un posible potencial de dirigir. Es la particularidad.

-En otras épocas del cine Hitchcock solía decir que los diálogos eran un poco prestados desde la tradición del teatro. Entre otros Di Palma y Polanski le deben mucho. Y se sabe que para él la primacía estaba en lo visual (encima era dibujante), y que incluso concebía las películas o partes de ellas antes de tener los diálogos. ¿Esto cambió? ¿Hay autores que se mantienen sujetos a este encare frente a lo que es gestar, hacer una película?


Bueno, justamente citas directores digamos estructurados. Pero no creo que Cassavetes estuviera de acuerdo con eso en nada. Y de ahí se desprendió una gran rama del cine, una innovación. El documental y el experimental aportaron también otras formas de ver el sonido, mucho más multidimensional. Lucrecia Martel crea a partir del sonido y de los diálogos. En fin, no creo que dependa de cuál sea tu materia prima principal. A mí el diálogo me resulta sumamente interesante para atravesarlo, para que contenga esa pulsión vital en la actuación que me interesa, ese segundo irrepetible, esa transmisión particular. Hay diálogos o formas de decir que me acompañan en el cotidiano. Tal vez más que imágenes visuales.  Aunque también hay algunas, que me gusta oirlas y resonar con ellas. La exploración de la esencia de lo que el ser humano es, ese misterio, está en la forma en la que se actúa y se habla.

Diego Cremonesi

-Estamos ante el estreno de “La afinadora de árboles”. Su protagonista es Clara, una dibujante y autora de libros para chicos. Ella gana el mayor premio internacional que se otorga a alguien con su profesión. Entonces su vida cambia, ya nunca volverá a ser la misma. El filósofo y enciclopedista Voltaire, en la época del iluminismo francés, cuando se creía que la razón era incluso una diosa y se podía acceder al “conocimiento total y lógico” escribía “¿qué es una idea es sino una imagen?”. Lewis Carroll en cierta concordancia con Clara, la protagonista, en “Alicia en el país de las maravillas” sostiene “¿qué es un libro sin imágenes?” Más cerca en el tiempo, Hitchcock mismo como decíamos, tenía un planteo primario desde las imágenes en cine, dibujando sus propios bocetos de escenas. Sin embargo aparece la palabra, la protagonista escribe, y ahí el proceso de entendimiento si bien puede ser ayudado con dibujos, necesita de una “tecnología primitiva”: la lectura. Desde las letras, palabras y frases tenemos subjetividad de por medio que ver lo que nos dicen viajando con la mente. Como sea, tanto Dostoievski como Sabato decían que quien conoce bien al mundo y al otro, es porque conoce bien al corazón humano, su propio corazón. Tarea nada fácil. ¿Cómo surgió la idea y se enraizó el proyecto que hoy es la película?


La afinadora empezó hace mucho tiempo cuando me mudé a Maschwitz y empecé a vivir ese cambio de universo. Tuvo formas distintas, primero eran dos amigas, que pensábamos escribir improvisando con Érica (Rivas). Fue cambiando. Luego había una vaca. En fin, la idea fundamental es qué pasa cuando uno cumplió sus sueños, qué sigue después. Para dónde se va, para dónde sigue el crecimiento o lo que eso sea. Algo de la crisis de la mediana edad. Me pasó en unas vacaciones que me encontré con varios amigos de hacía unos 20 años o más y que no los había visto casi. Y mi relación con ellos no tenía que ver con Natalia directora o nada de lo que me rodea ahora, sino lo que yo era en esa época. Y de qué hablar, la forma en la que yo me comportaba, fue el disparador para la historia más actual. ¿Qué cosas perdemos en el camino? ¿Qué somos? ¿Nos transformamos totalmente, o hay partes que quedan pregnadas  eternamente? ¿Hay cosas esenciales? A mí me gusta que las historias, digamos las películas, sean vehículos para cuestionarse. No sé si de encontrar respuestas, pero sí de poder reflexionar y cuestionar ciertas ideas, cuestiones existenciales que están latiendo como en segundo plano. Todo el tiempo está ese segundo plano que pasamos de largo pero está ahí. Es como con el teléfono y esas apps. Allá están corriendo y preguntando. Y el cine puede dialogar con ellas. Eso me encanta.
Por otro lado, creo que estamos en la era de las imágenes. No es casualidad que los libros álbum sean la revolución en la industria editorial. Las imágenes lo toman todo. La palabra, para mí se ha modificado en su lugar de una manera especial. Esto puede dejar de ser nuevamente. Pero ahora todo es más visual, sin ir más lejos, los emoticones resultan un buen ejemplo. Reemplazamos la palabra con una imagen. El idioma chino siempre tuvo los ideogramas, compuesto de imágenes. Esa tradición para mí es importante. El cine es más imagen que palabra. Y los niños empiezan con imágenes más que palabras. Me gusta la palabra, pero a veces me resulta engañosa. Quería retratar algo de eso. Los libros álbum son algo muy hermoso, y no son para niños los mejores sino al contrario. Cuentan una historia a través de la conjunción del dibujo y la palabra. Esa doble interrelación me pareció muy sustanciosa. Y por otro lado estuvo el disparador de mudarme acá.



-¿Cómo se elige un actor? ¿Cuáles son las características que sentís que lo emparentan con los personajes que pensaste al escribir el guión?


Pienso todo como un conjunto de características a evaluar. Tienen que tener una característica particular en común con el personaje y a veces el resto que resulten contrarias. Para mí siempre es muy importante que me emocione con lo que ese actor hace, que realmente me comunique. Que me den ganas de mirarlo. Como si pudiera sentir su alma. El humor es otro punto importante.


-Sobre actores. Actuar según Freud, es un hecho en virtud del cual el sujeto, dominado por deseos y fantasías inconscientes, los vive en el presente con un sentimiento de actualidad, tanto más vivo cuanto que desconoce su origen y su carácter repetitivo. Esto supuestamente se da así, ¿cómo se domestica en un actor envuelto en un personaje, en un guión y dentro de una película?


Para mí la vida es mucho más salvaje en realidad, y te diría que lo que me gusta es pensar en lo opuesto: cómo se vuelve a lo no domesticable e instintivo, al estado más puro, menos limitado. El dominio de la mente y de las ideas no me parece necesariamente un camino a la sabiduría, resultando muchas veces una gran disociación. Pura mente. Entonces para mí los actores que más me gustan y disfruto son los que saben vivir esto. Como que resulta un poco al revés, son un tanto indomables. Eso es lo que más me recuerda a la humanidad, al universo. Inexplicable, indómito.

-En la película “Melinda y Melinda” Woody Allen hace de una misma película dos, tal vez queriendo mostrar su dicotomía Bergman, Bob Hope, generando una “unidad”. Las actores y la trama neutra son los mismos, pero usa distintos focos narrativos que son clásicos en la comedia y en drama. Además de contar la misma historia de dos formas distintas en que utiliza la fotografía en un contraste brillo (comedia), cepia (drama) muy interesante. Una célula, tiene uno o más núcleos, ¿qué es para vos la comedia y la tragedia? ¿Existe la posibilidad de un intermedio entre blanco y negro, entre sí y no, un ní o so?

Bueno, como existir, puede existir. Ese es un ejemplo y también hay grandes ejemplos para uno y otro caso. Particularmente me gusta la mezcla, me gustan los grises. No me gusta el drama puro ni la comedia pura. Me gusta donde se tocan, como me pasa en la vida donde se ensamblan constantemente. Se pisan y se retroalimentan. Eso me gusta mucho mucho. El momento más dramático puede llevar al momento más gracioso.
 

-En general, ¿qué tipo de espectador te gusta y/o te proponés encontrar? ¿El que se identifica con el personaje? ¿El que encuentra mensajes “cifrados” que ni pensaste en las primeras proyecciones?...


Me gusta el que se identifica. Pero para planteos personales no tanto para ser conducido sino para reflexionar sobre cosas. Pero no me interesan mucho los mensajes cifrados, porque suelen ser más viajes personales propios que no necesariamente tienen que ver con la película.


-Pablo Trapero, habla de lo variable a nivel anímico y de atención que es uno frente a la proyección incluso su propia obra. Dice algo que comparto absolutamente, que el estado de ánimo, los problemas personales, la hora, lo que sea, afectan la percepción de la misma. Supongo que pasa tanto al ver una película como al leer un libro, escuchar música o ver fotos de seres queridos. El tiempo se vuelve en cierta forma escurridizo a veces o pasa demasiado lento, ¿no?


Absolutamente. De hecho, me ha pasado ver en otro momento una misma película y tener otra sensación totalmente diferente. Es bueno ir al cine en esa suspensión dedicada a la película y no a otra cosa. Me parece que eso sí ayuda. Pero por supuesto todo el tiempo es variable. Lo que a veces sucede es que también el ánimo cambia luego de ver una película. A veces mejora, a veces empeora también. O sea, es para un lado u otro.

-La afinación partiendo del la central en la época de Mozart era más baja, unas 420 vibraciones por segundo. Actualmente ese la está establecido por normas internacionales en la 440. Los condicionantes eran cuestiones como la resistencia de los materiales a la tensión. Se sobreentiende que la resistencia en los materiales cambió, y también cambió la percepción al cambiar la época, una persona nacida en el 1700 y alguien nacido hoy resultan seres muy distintos. Bandas como Led Zeppelin o Guns and Roses burlaron un poco eso, bajandola de nuevo a 420 para crear un clima más “denso, pesado”. Vos me mencionabas la posibilidad de una afinación común, un entendimiento en ese nivel entre las personas…


Claro, con el concepto de afinación no me refiero tanto a la frecuencia o digamos a lo técnico de la afinación sino más al concepto en sí. He visto y sentido conmigo y con otros cómo es la sensación de estar desafinado y que luego de unas palabras o sucesos, esto se revierta. Algunos lo llaman centrarse o volver al eje. Pero me parece interesante pensar qué pasa cuando estamos “desafinados”, cómo actuamos. Y también preguntarse qué resulta estar afinado y qué no.
 

-¿Cómo ves a la gente que hace muchas cosas y además las hace muy bien dentro de varias facetas de expresión y lenguaje. Escribir literatura, guiones, además de hacer películas. Dados conocidos casos como el de Alejandro Agresti, Vera Fogwill… ¿Se deberá a un desborde creativo o más a una adecuación de medios para comunicar? Ese lema que puso en boga McLuhan de que “El medio es el mensaje”, ¿se da de manera inflexible?


Es que me parece que la creatividad puede facultarse a diversas ramas. También el talento. O sea, hacerlo, ¿por qué no? Creo que además es un concepto que responde más a una necesidad de sistema, de ordenamiento de sistema, de ubicar en casillas más que en otro sentido real. Me encanta por ejemplo que Romina Paula pueda ser actriz, novelista y directora y jugar con eso libremente. Creo que es sano. Pero rompe esquemas tal vez. De todos modos me da mucha alegría.

-Había una vieja publicidad de equipos de audio, en la que se quería mostrar la calidad imbatible del producto publicitado. Para graficarlo, se veía una banda de jazz tocando. Y te explicaba: en ciertos equipos desaparecen ciertos músicos, y desaparecían el bajista y el baterista. En otros desaparecen otros, y desaparecían el saxofonista y el pianista.
El producto claro está mostraba a la banda entera sonando.
Cuando se trabaja con actores hay una perspectiva múltiple, de la que supongo que sos muy consciente, el ejemplo lo puse porque un bajista escucha la música desde otro lado que un pianista, para dar un caso. Y lo mismo pasa con los personajes parados en distintas partes de la escena. ¿Cómo encarás manejar tantas subjetividades?


Bueno, es lo divertido, ¿no te parece? Creo que en serio es una de las cosas que más me gusta. Ver cómo depende cada uno de lo que hay que acotar en la visión, o encontrar el punto de vista, el foco. Eso hace que el todo sea más profundo a su vez, sumando cada una de las profundidades o foco de cada uno. Me he sorprendido de cosas sobre el camino o descubierto nuevas distintas de las que me imaginaba.

-García Márquez cuando conoció pormenores del cine y las adaptaciones de sus obras de Arturo Ripstein comentó que se sentía admirado de que tanta gente pueda actuar en sincronía conjunta para crear una obra. Que él sólo se ponía de acuerdo consigo mismo al momento de escribir, y que reconocía que esta complejidad de interacciones humanas resultaba un desafío a veces enloquecedor. Alan Pauls que cubrió un pequeño papel hablaba de una especie de cofradía, “un comunismo actoral, que llamaba a un respeto y valoración mutua”.


Sí, resulta complejo pero eso lo hace interesante, ¿no? Es como el gustito, como escribir literatura tiene otros. Es esa conjunción, una comunión única. Si se da, es maravillosa. Aunque muchas veces igual no se da.

-El escritor T.S.Eliot escribió: “No podemos cambiar al mundo pero sí la forma en que lo percibimos”. ¿Qué te parece que uno puede aportar desde lo que hace para que esto suceda?”


Mucho. Ser narrador de historias es aportar una manera particular de ver las cosas. Y esa visión puede ayudar a otras visiones. Como también lo hace un libro, ¿no es cierto? Yo he cambiado cosas profundas mías gracias a películas o libros. Uno tiene que ser consciente de las imágenes que genera y lo que aportan. Digamos de su generación.
 

-¿Podés contar cómo es un día de rodaje promedio?


Uy, es muy difícil de contar, ponerlo en palabras. Llegás y te ponés a ver qué escenas tocan, donde vas a ubicar la cámara, por ahí antes con los actores pasás la escena y luego se van a cambiar mientras se pone la luz. Y así para cada escena.

-¿Cómo sería un día tuyo, tranquilo y despojado de tantas responsabilidades?


Suelo hacer muchas cosas, así que no tengo tantos días tranquilos pero en general llevo los chicos al colegio, salgo a caminar, cocino. Ordeno un poco la casa. Esto varía bastante si es invierno o verano, porque suelo estar mucho afuera en primavera, verano y otoño. Vivo con varios animales además, como dos perros y dos gatos. Entonces paso tiempo con ellos también. Pero suelo hacer mucha asesoría así que estoy leyendo siempre y además escribo si estoy en ese período. Me encanta cuando estoy libre y puedo escribir.


-¿Cuáles son tus directores, guionistas y actores preferidos? ¿Cuáles sentís como influencia en tu trabajo y al mismo tiempo crees ser un poco su continuadora a nivel mensaje?


Cassavetes, Kaufman, Meryl, Juliette, creo. Tengo muchas influencias y pasa por momentos. Pero no suelo usar el cine como fuente de inspiración principal. Me nutro mucho más de la vida y la naturaleza, o sea, experiencias y luego fotografía, pintura, literatura.

-¿Qué lees, cuáles son tus escritores favoritos, podés mencionar literatura u otras fuentes? Y dado el caso, ¿por qué resulta esa empatía?


Leo más novelas que otra cosa. Me gusta mucho Dostoievski, y Bolaño es mi última pasión. Pero tengo muchas. Y también varía con el ánimo y el trabajo. A veces no me queda tiempo de leer otra cosa que lo que tengo que asesorar y ahí sufro un poco.

-Si no fueses vos, ¿quién te gustaría haber sido?

No, yo estoy bien. Con lo que me tocara, creo que la clave siempre es aceptarse y aceptar las cosas.

-¿Cómo te autodefinirías?


Soy lenta en la creación, necesito mi tiempo y mi casa, mi familia. Soy sólo un poco competitiva, me gusta investigar y conocer cosas nuevas. Viajar me hace muy bien aunque me cuesta.


-¿Cómo pensás la construcción de la imagen? ¿Qué fotografía te atrae?


Varía para cada proyecto. Pero me gusta la imagen que da una versión propia de la realidad.


 -¿Cómo te llega lo que podría ser una banda sonora? ¿Qué música te gusta escuchar habitualmente?


Soy muy variable. Tengo periodos muy silenciosos. Me encanta la no música también. Pájaros y viento.


 -El estreno de “La afinadora de árboles” es…


 El 22 de agosto.


 -Falta muy poco, estaremos por ahí entonces. Gracias, Natalia por tu tiempo.


A vos también.


Natalia Smirnoff


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