Marcelo Rubio: "Lo que trae la niebla y la pura noche de la identidad". Alejandro Leibowich


Marcelo Rubio

Alejandro Leibowich

En el primer libro que publicó Ernesto Sabato que es un libro de ensayos breves llamado “Uno y el universo” había un apartado creo que de una carilla que trataba sobre la imposibilidad del control total de cualquier situación, de que todo quede perfectamente quieto y bajo nuestra tutela por más que nos esforcemos en ello. O sea donde todo sea perfectamente manejable. Como si fuéramos arquitectos frente a una maqueta. Podemos diseñar un pueblo, un pueblo incluye la idea de un todo, también su periferia, sus alrededores, un todo que a nuestras manos parece diminuto, y eso nos haría caer en la ilusión de que somos gigantes ante algo hecho en su mayoría de tergopol. Pero ese tipo de construcción tiene un magma vivo en la realidad, y se nos suele ir de control. Nada está quieto realmente, lo prueba la física, y estamos ante la imposibilidad del “control total de las situaciones”, porque las mismas varían todo el tiempo y además nosotros también. Sólo nos queda quedar lo mejor posible ante lo que se nos presenta. Cuando filmaron “Una sombra ya pronto serás” allá por 1994, Héctor Olivera estuvo a cargo de la dirección, y Fernando Ayala de la producción. Eran tareas que se turnaban y ya habían trabajado con guiones del autor Osvaldo Soriano con “No habrá más penas ni olvido”. Se decía que la obra de Soriano era por su estilo y para los directores por su clara influencia del cine neorrealista italiano de fácil adaptación en la Argentina. Se sabe que Soriano vivió en Europa, principalmente en Francia de donde era su esposa.
El tema en cuestión es que se cuenta que en alguno de los armados, Olivera, pensaba en la estructura del pueblo en sí (pensaba en Colonia Vela). ¿Qué tiene un pueblo, por más chico que sea?, se preguntaba. Y empezaba a enumerar: está el edificio del municipio, el cuartel de policía, la plaza central, pero, nos falta la iglesia…” Resultaba algo así, como sea, la novela “Lo que trae la niebla” de Marcelo Rubio, si hay algo de lo que no adolece es de espiritualidad. La misma no tiene por qué estar necesariamente representada por un edificio o institución en sí. Nos las brinda el propio autor y ésta habita el entramado narrativo. Fuera de todos los elementos que pueden remitir al surrealismo, al movimiento conocido gracias a su editora como realismo mágico, que se atribuye más que todo a la obra de Gabriel García Márquez, y más acá a Horacio Quiroga que con unos grados de fiebre y pobreza en yerbales bajo un sol misionero pergeñaba vampíricos “almohadones de pluma” y “gallinas degolladas”. Para muchos Quiroga era el Kipling argentino, y pueden estar en lo cierto. Sin embargo es sabido que toda obra después de anteriores lecturas cambia. Por ejemplo leer “Bartleby, el escribiente” después de leer “La gran muralla china” hace parecer a Melville tremendamente kafkiano. Un nombrado songwriter pop de los 80, decía que el pop era el mejor estilo que existía, porque hacer una buena canción pop resultaba un tremendo desafío. Dado que tenía que resolver toda la situación en una duración de tres minutos y algo y que eso pareciese una sinfonía del romanticismo. Creo que él mismo tenía bastante razón, y un poco de eso va “Lo que trae la niebla” que en unas 61 páginas intenta resultar un tratado iluminista. Y me parece que lo logra.

A.L.-El protagonista de la novela es un periodista, Oscar Raimondi. Todo comienza con un encargo, que más por obligación que por voluntad se le hace con motivo de un aniversario de una pelea que tuvo Muhammad Alí. El rival fue un esquivo llamado Ruiz, quien escapando de muchas cosas, entre ellas el mundo urbano “más civilizado”. Del trato que tenemos en ciudades, etc y decide recluirse en un pueblo llamado Laguna Profunda, situado al sur de la provincia de Buenos Aires. ¿De qué escaparía Ruiz?

M.R.––Ruiz escapa a dos cosas, del reconocimiento y del escarnio, algo típico que sufre los “héroes moderno” de argentina, digo los deportistas, los artistas. Aquí sos Dios y al minuto siguiente sos un desastre, la vergüenza nacional. Colocamos a un deportista en un pedestal y ante la menor falla lo “bajamos de un piedrazo”. Le exigimos que piense y actué como nosotros y en caso de no proceder de esa manera, entonces lo expulsamos automáticamente del “Panteón”. Ruiz es un tipo que perdió una pelea tal vez porque se asustó, pero las malas lenguas dirán otra cosa y no les importa lo que en verdad piense Ruiz. En síntesis, Ruiz escapa a la mirada de los otros, además de estar metido en un negocio de dudosa reputación.

-Raimondi entra al pueblo aquejado por molestias, y se tropieza con ciertos inconvenientes. Abelardo Castillo daba a entender con razón, que la historia era un continuo, sea en la realidad o en la ficción, y que en algún momento se tendría que dar el comienzo. Creo que el verdadero comienzo se da acá ya en Laguna Profunda, por consejo de un conserje en un “pueblo de ausencias”, y Doña Julieta tendría un papel importante en atenuar la tensión inicial del protagonista. Lo que se conoce como prefacio, puede servir como introducción a una novela o ser parte de la misma. ¿Vos qué opinás?

––Sí, absolutamente. La novela no tiene una introducción demasiado larga, entra al conflicto en la segunda hoja. Al momento que entra al hotel se termina toda especulación y queda claro que hay algo que empieza a hacer ruido. La llegada del comisario presentándose como remisero empuja la historia y al momento de llegar a Doña Julieta, entonces allí queda planteada la primera situación mística, y ya no hay retorno, la historia va a rodar sola. El lector comienza con otras preguntas que por momentos lo desvían del gran interrogante que es saber dónde está Ruiz.

-Los valores convencionales que conocemos como de uso habitual: dinero, autoridad, cuestiones que intuyen beneficios o ganancias, límites, libertad, espacios propios y claridad de perspectivas, se ven alterados, y/o distorsionados en una realidad que el protagonista ve “con ojos nuevos”. Se paga con conejos, los mismos también son parte de la comida habitual, un comisario puede ser un artista que gusta de hacer haikus pero se siente seguro en su imagen de autoridad. La niebla es en cierta forma lo inefable. Puede significar mil cosas: angustia, amenaza, negación de aprehender y comprender lo que rodea a todos…

––La niebla es, en la novela, aquello que tapa todo y que trae el misterio, la adivinación. Hay una frase usada en estos tiempos de capitalismo criminal que dice “Adáptate o muere”, es una canallada, una idea perversa. En la novela, en ese pueblo perdido, cada personaje se adaptó para sobrevivir de la mejor forma que puede. La niebla, su manto, viene a poner todo en sospecha, todo bajo un mismo color, pero debajo de ella están las historias. Esa niebla de la novela pretende igualar a todos en un punto y a la vez busca dar un aire de magia para lo que será el final, o uno de los finales, el momento de la llegada del barco cruzando una laguna seca.





-En la película “La aldea” (The Village, 2004) del director indio Night Shyamalan se plantea algo interesante. Gente que vive de manera humilde y simple como detenida en el tiempo a fines del siglo XIX en un valle de Filadelfia rodeado de bosques, no quiere salir de ahí. Dicen ser felices de ese modo. Sin embargo, están siempre alertas, porque saben que fuera de ese bosque habitan enigmáticas criaturas capaces de hacerlos desaparecer, de aniquilar a su comunidad. Siempre tuvieron treguas, con alertas, pero en un momento uno de los aldeanos sufre una herida grave. Entonces no quedaría más remedio que salir del bosque e ir por medicinas que no se poseen y que suponen sí tienen las desconocidas entidades. La intermediaria, la mediadora de la historia, si mal no recuerdo, es una no vidente, muy llamativa por cierto. Y los que amenazaban, en la niebla, eran un poco, nosotros… ¿Qué diría la niebla si pudiera hablar? ¿Qué te parece que trae? Y... ¿Te planteaste la historia al revés, a manera de cuento gótico pero contado por las “amenazas”, siguiendo con los ejemplos en cine, es un poco lo que hace en “Los otros” (The Others, 2001) Amenábar. Ahí el papel que está y no está en éste y el otro mundo, el nexo lo hace el personaje que interpreta Nicole Kidman (Grace), que por certeza y gracia recuerda a un poco a las rubias asustadas de Hitchcock, a Grace Kelly, ¿por qué no?

––La niebla trae el secreto de Ruiz, o al menos parte de ese secreto, por eso la conversación final entre el ex boxeador Ruiz y el periodista, Raimondi, no se conoce. Eso es parte del trabajo de la niebla, provocar la sospecha, darle a todo un ritmo cansino, que no aburra, pero que baje el ritmo de los personajes. Ese telón que le da marco a la novela, esa niebla, no creo que tenga un mensaje para dar, ni hable. Simplemente cumple su función, por cierto algo nefasta, la de no dejar nada claro. Finalmente todos cumplimos un rol, aunque creamos lo contrario. Esta es la condena. No digo que todo esté escrito, digo que todo lo que se hace cumple una función aunque creamos estar haciendo lo contrario. Nuestras actitudes producen reacciones en los otros y viceversa.

-”Lo que trae…” tiene un nivel de intensidad poética permanente que le da un vuelo a sobre suelo permanente a la novela. Lo cual ya de por sí tiene que atraer al lector. Y creo que más aún a las lectoras, por una cuestión de sensibilidad en la lectura. Por otro lado entre haikus escritos de puño y letra, barajas pintadas a mano, “lagunas profundas que olvidan lágrimas” o esclavitudes de bares. Entre las cartas que jugás mezcladas en diálogos tenés claros postulados de lo que es para vos la estética en el arte: “Yo creo que el arte debe ser así, breve, efímero. Las estatuas deberían ser de hielo, ser contempladas una sola vez. Los libros escritos en barras de jabón o en tabletas de barro, para leerse solo una vez. El arte siempre es mejor cuando uno lo recuerda, porque la mente selecciona lo que la conmovió. Releer es descubrir desencantos”. Concuerdo con lo que dice tu personaje en muchas cosas, y por cierto lo que estuvo en contacto con nosotros por un breve lapso, a manera de elipsis, después cuando se recuerda o comenta a otros se va volviendo progresivamente más épico, con agregados y  agregados que parecen no tener fin y que antes parecemos haber no notado.

––Ese acto efímero o esa opción de un arte efímero está relacionada con una actividad que tuvo algún boom en los 90, artistas que hacían sus obras en bloques de hielo. Esas obras se exhibían en público y obviamente se iban deteriorando con una rapidez absoluta, de modo que los observadores más pronto que tarde, debían recurrir a la imagen inicial para recordar la belleza. En un punto eso nos pasa en nuestras vidas. Lo efímero es, ni más mi menos, que recordar al bueno de Heráclito y pensar de no bañarnos “dos veces en el mismo río”. Si bien hoy en día parece una verdad de perogrullo, hay una tragedia absoluta en ese devenir. Saber que yo ya no soy el mismo de la palabra anterior, ya no comparado con el de ayer, sino con este segundo previo, es angustiante. Y uno no vuelve a los lugares ni situaciones donde fue feliz, de modo que uno no debería releer libros, ni debería volver a ver películas, o cuadros. La memoria es selectiva, nos deja aquello que nos conmovió, deberíamos ser menos soberbios y conformarnos con eso y no ir en busca de lo pasado. Ni siquiera de los amores. El pasado cuando se lo trae al  presente huele de una forma poco elegante y sabe a poco y resulta insultante para nuestro recuerdo. Es un espejo, el recuerdo, donde el pasado no debe pararse.





-Esta pregunta te la hago un poco a contrapunto de la anterior relacionada con la película de Shyamalan y sus derivados. Entre cajas de fósforos, lapiceras, cuadernos de espiral y pedidos de haikus en un momento el comisario le refiere al protagonista una historia (¿inventada?) sobre Laguna Profunda de corte fundacional mítico, como pasa con el Macondo de García Márquez, o podría pasar con la Comala de Juan Rulfo, uno de los libros preferidos de Gabo. Cuentan que en medio de la pobreza, cuando compartía vivienda, le decía a un amigo de pensión que le hacía de “dealer” literario refiriéndose a “Pedro Páramo”: “Atiende a ese librito, ese es ‘el’ libro”. El otro preferido de García Márquez se dice que era uno que incluía “La metamorfosis” de Franz Kafka. Ambos habrían resultado de una fuerte injerencia para escribir “Cien años de soledad”.
En tu novela el comisario refiere “Se lo afirmo, -Me extendió un mate-. Vea, los fundadores de este pueblo: un hombre y una mujer, los Salcedo, llegaron aquí huyendo de las guerras. Se instalaron y tuvieron hijos, que se casaron y tuvieron también descendencia. La nieta de los fundadores heredó, como todas las mujeres de la familia, un don que a la vez era su tarea en el mundo”. Después se habla de cuestiones de lágrimas, puntualmente “una ceremonia de la lágrima” y también de la memoria. García Márquez escribía en “Cien años..”: “era todo tan nuevo que a las cosas para nombrarlas había que señalarlas con el dedo”. Hay mucho del mundo mágico ahí que viene de antes de la llegada de los españoles al continente. Onetti un poco retoma eso. O sea, se ve que se trate de Colombia, México, Uruguay o Argentina, la recurrencia del tema parece indicar una idea general de “inconsciente colectivo” sudamericano al decir del suizo Gustav Jung.
Perdoná que acá me extienda un poco, pero fijate lo que escribió Joseph Sommers, uno de los más destacados teóricos que analizaron “Pedro Páramo”, y esto surge en un diálogo con el mismo Rulfo: “Se trata de una novela en que el personaje central es el pueblo. Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo. En un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aun quien narra está muerto. Entonces no hay límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio”. Quisiera ser más optimista que Sommers, pero, ¿Raimondi es el pueblo?


––Voy a tomarme una pequeña licencia en esta pregunta y dividir la respuesta en dos. Aquella historia que cuenta el origen de la laguna es una suerte de cuento dentro de la novela, y además es una suerte de fábula casi mística. Si hay algo genial, delicioso y hasta naif, es la forma en que las religiones antiguas, digamos griegas, romanas, egipcias, cualquiera que se nos ocurra, digo, la forma en que buscaban justificar los hechos. Todo tenía una explicación relacionada con los dioses y los caprichos de estos. A veces me pregunto si en esos años habría quien se animara a decirles “todo lo que dicen son mentiras”. Lo cierto es que hoy, en medio de un mundo mucho más racional y menos emocional, hay mucha gente a la que le parece ridículo que “por un golpe en la cabeza de Zeus haya nacido Arácnide” y le parece absolutamente veraz que Cristo haya nacido sin necesidad de relaciones sexuales entre sus progenitores. Hay ahí, creo, un acto de ternura maravilloso, similar a los tiempos en que los chicos creen en los reyes magos. La segunda parte de la pregunta es sobre Raimondi. Yo no creo que sea el pueblo, Raimondi es un periodista. ¿Qué es un periodista? Un tipo condenado a observar algo y contarlo, en estos días el periodismo se cree juez, parte, y analista y acusador. Pero en verdad los periodistas somos, a mi entender, unos pobres tipos a los que se le impone contarles a los demás, todo lo que sucede. Raimondi no es protagonista de nada en la novela, los hechos transcurrirían igual, con o sin Raimondi. El error del periodismo es creerse el centro de la noticia, por fortuna Raimondi no cae en esa trampa, tal vez no por inteligente, sino por incapaz.

-En la obra “El banquete” de Platón, tras un copioso festín, Aristófanes cuenta a los asistentes que, en una época remota, los humanos eran seres redondos, con cuatro brazos y cuatro piernas, además de dos rostros. Aquellos individuos quisieron enfrentar a los mismos dioses y escalar al cielo. Zeus los castigó partiendolos en dos. Desde entonces, según narraba esta obra, cada mitad busca a la otra para fundirse con ella para siempre en un abrazo. Ahí se dice que nacería para Occidente la idea de la “media naranja”. Raimondi y María la que le quiere vender bonsáis parecen al menos intentar ser una pareja ideal. Porque aunque se trate de una relación que resulta intermitente y no “blanqueada” del todo, pareciera incluir todos los elementos que hacen a la convivencia: las tensiones, los rechazos, los desganos, etc.

––Sí, Raimondi y María tiene esa necesidad uno de otro. Pero hay algo en ese juego, ella no quiere irse del lugar, no le pide a él que la rescate, sin embargo creo que Raimondi se siente rescatado por esa mujer, rescatado de ese mundo poco afable que es la vida diaria. Ella solo le pide algo, “no digas nada, no me gusta soñar cosas imposibles”. Ahí, me parece, creo que una declaración de posturas. Uno no debería andar haciendo promesas y mucho menos cuando está en juego el amor. Uno debería dejar de prometer universos si apenas puede garabatear una aldea.

-Vos sos licenciado en comunicación social y conductor del programa de radio Kriminal Mambo, AM530. Obviamente esto debe influir cuando escribís, la elección de profesiones en los personajes, etc. ¿Cuánto crees que hay de vos en Oscar Raimondi?

––En verdad no hay nada mío en Raimondi. O sí, él y yo somos dos pobres tipos, dos tipos que no son protagonistas de nada, seríamos dos observadores. En eso nos parecemos, luego él debe tener algún encanto que desconozco y que le permite disfrutar de María.






-Algo de historia, sobre obras y editoriales. En un prólogo posterior a la publicación original en USA de “La naranja mecánica” (Clockwork Orange) que data de 1962, Anthony Burgess habla sobre la perdurabilidad de su obra gracias al haber sido adaptada al cine por Stanley Kubrick. Sin embargo no es del todo amable con el director, aunque no da detalles. Pero dice que no siempre sobreviven las obras que uno quisiera. Sobre quién arroja todo tipo de artillería es sobre su editor en Nueva York que le quitó un capítulo a la novela (tenía 21). También habla de lo magro de las ganancias como anticipo. Por lo tanto en un comienzo se editaron dos versiones de “La naranja…”, la de USA, con un capítulo menos y la europea y del resto del planeta. ¿Qué opiniones te merecen estos temas desde el hoy y este país?

––Bueno, yo estoy lejos de ese vedetismo de Burgess (y mucho más lejos de su talento), digo sobre sus exigencias a la hora de ganancias. Creo que el crimen no paga y la literatura tampoco. Vivimos en un país donde hay gente que se levanta a las 4 de la mañana para ir a hombrear bolsas al puerto, o para doblar la espalda y cosechar arroz. Si esos tipos no logran ganar buen dinero para vivir con dignidad, ¿cuál es el motivo que me haría merecedor de mucho dinero por el simple hecho de escribir? Se me dirá que X o Z, escriben y luego su obra se vende y pasa al cine y tal y cual. El arroz que cosechó ese tipo, que apenas se puede enderezar, también llegó a la gente y luego se hizo comida deliciosa. Al fin de cuentas hay que bajar un poco “el copete” diría mi abuelo y ver más allá de nuestras narices. No digo que no haya que cobrar por escribir, lo que digo es que la sociedad no tiene la obligación de volvernos millonarios por tamaña zoncera. En cuanto a la quita de capítulos supongo que a Burgess cuando le llegaron sus primeras regalías, mucho no le importo. Los EEUU es un país indigno. Creo, y vos Ale sabrás mejor, que la película “Perfecto asesino” tiene dos versiones, una europea donde queda clara la relación entre el protagonista y la nena. Y existe una versión para EEUU donde se eliminaron escenas para que esa relación quede en una nebulosa. Digo, ese país funciona así, doble moral. El video de “I Want To Break Free”, le valió a Queen, por vestirse como mujeres, la pérdida del mercado yankee. Entonces a no escandalizarse. No soy quién para criticar a Burgess pero si tanto lo molestó la quita de un capítulo, no hubiese publicado en EEUU y listo. Tal como en su momento hizo Mano Negra, cuando le prohibió a la discográfica vender sus discos en “el gran país del norte”.

-Mientras en la novela podemos esperar la inminente llegada de un barco en una laguna sin agua, me quedo con una reflexión tuya, que si la leía en francés creía que era de Camus: “A veces basta con observar para comprender. Cuando perdemos el rumbo, lo único que nos ata a la tierra es lo cotidiano, esa abulia de la que tratamos de huir hasta que se nos vuelve indispensable”. Marcelo, es un gusto para mí considerarme tu amigo. Gracias por tu tiempo.

––El placer es mío por tu amistad, tu tiempo, tu lectura. Gracias.





Marcelo Rubio, "Lo que trae la niebla". Editorial Indomita Luz




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