Paul McCartney´s Freshen Up Tour. Estación Buenos AIres. (2019). Paola Siervo



Recital de Paul McCartney en Buenos Aires

Paola Siervo

Me siento torpe al tratar de describir lo que me pasó anoche en el show de Paul. Con cierto grado de inocencia idílica al pretender encontrar las palabras que puedan trasmitir ese sentir. Un poco prisionera de la necesidad de tener que volcarlo en palabras en algún lugar del éter.

Las palabras que en este caso hacen ruido. Que se tropiezan. Que sobran y faltan. El lenguaje que se queda corto.

Porque ¿Qué puedo decir que no se sepa de la voz de Paul, de su paseo por el bajo, el piano, el ukelele, la guitarra?. O de Rusty Anderson, Brian Ray, Paul Wickens y Abe Laboriel. Qué puedo decir de la fila de caños que emergió del suelo, como árboles, entre la gente y también fueron voces perfectamente afinadas, que se sumaron a esos coros que son trompada directa a la garganta. Una banda que Paul se encargó de nombrar y agradecer uno por uno. Así como también a la gente que estuvo a cargo del sonido y de la técnica. Porque es un Beatle, es el más grande, pero no lo consume el delirio de estrellato, ni el egocentrismo. Entiende todo y sabe que todo no es uno.


Paul McCartney en el estudio

Tampoco se trató ser testigo del mayor nivel de organización (desde la banda) y de ver la pauta que había arriba del escenario para cada movimiento, para cada acto, para cada palabra, que daban la certeza que todo allí estaba bajo control. Ni de sentirse desde la entrega artística un público cuidado como un bebe. Un público al que no se le entrega un cacho de tiempo más o menos, a ver cómo salen las cosas. Se le entrega todo. Literalmente todo el potencial. Aún, luego de más de 50 años de tocadas en vivo.

Pero tampoco se trató de ese potencial, de ese don pelado, tirado a la parrilla. Porque Paul también se convirtió en duende. Y jugo 3 horas. Jugó con nosotros, entonces además de llorar, nos reímos. Y en los ojos de cada persona de su época estaban todos los momentos vividos en que ese músico lo acompaño. En los ojos de los pibes, el asombro y la gratitud de saberse escuchando una leyenda. Y en los cuerpos de las sombras del edificio de en frente la música hecha baile.
 

                                                                             

La noche que con Paul miramos la luna del mismo lado es la que me convirtió al día siguiente, en esta cantidad de pensamientos y sentires desordenados y torpes, inmóvil, sin poder pensar en nada más.

"And in the end
The love you take
Is equal to the love you make"








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