Crítica de Tata Dios, de Juan Basterra: crónica de una matanza. Adriana Santa Cruz





Adriana Santa Cruz
El 1 de enero de 1872, Tandil fue escenario del apuñalamiento y degüello de 36 extranjeros de diferentes nacionalidades. Juan Basterra se transforma en cronista de esta matanza: Tata Dios es un relato pormenorizado de lo ocurrido, pero es también una investigación a fondo que parte desde las motivaciones que llevaron a este hecho.
Para Martín Caparrós: “La crónica es el género de no ficción donde la escritura pesa más. La crónica aprovecha la potencia del texto, la capacidad de hacer aquello que ninguna infografía, ningún cable podrían: armar, un clima, crear un personaje, pensar una cuestión. ¿Hacer literatura? ¿Literaturizar?”. A partir de esta definición, creo que el libro de Basterra funciona mejor dentro de este género que dentro de la novela. Desde el prólogo, el libro pone en duda el concepto de verdad y se acerca a lo que define a los cronistas: la mirada. Tata Dios es una mirada posible de lo sucedido y una apuesta a la escritura literaria sin olvidar que estamos frente a un acontecer real.

Un daguerrotipo al comienzo nos introduce a los personajes: Gerónimo Solané –“Tata Dios”– y sus apóstoles, los autores de los asesinatos. Las páginas que siguen nos traen datos puntuales (nombres y apellidos, fechas precisas), lugares conocidos (Azul, Tandil), citas de testigos o de otros cronistas, recortes de diarios y un vocabulario gauchesco (explicado incluso en un glosario final). Por si esto no alcanzara para convencernos de que no estamos frente a una ficción, el autor se preocupa por contextualizar los hechos y nos habla de la epidemia de fiebre amarilla, de la situación de los gauchos hacia las últimas décadas del XIX o de la “medicina” de los curanderos, tan popular por aquellas épocas.

Sin embargo, como crónica, lo literario también tiene su lugar, sin que por ello dudemos de lo ocurrido. Uno de los recursos más efectivos en este sentido son las descripciones que imprimen un color poético: “Fúnebre era hasta el cielo. Hacia occidente los nubarrones abarrotaban la extensión de lo visible y sobre el apisonado de Tandil el polvo tejía remolinos al paso de los penitentes”; “En las noches ventosas, mientras el Pampero doblega con su tránsito la estatura de hierbas, arbustos y árboles (…) llegan todavía hasta nosotros los ecos lejanos del sufrimiento y el júbilo de sentenciados y ejecutores…”. Los diálogos reconstruidos, el trabajo con los personajes y el recurso de comenzar la historia por el final –como suele hacer el relato policial– completan ese “literaturizar” del que hablaba Caparrós.

Resulta interesante, además, la presentación del Tata Dios en toda su complejidad. Es un curandero, un asesino, un manipulador, pero no sería creíble si Basterra no se hubiera preocupado por ahondar en sus motivaciones, en las razones que lo llevaron a planear un acto de xenofobia de características tan sangrientas. Por supuesto, es la infancia donde nacen las características que lo definirán de adulto, por ejemplo su gran poder para memorizar y su odio a los extranjeros a partir de un episodio en Tapalqué.

Investigación y literatura se unen en esta crónica que invita a una lectura que, en principio, nos obliga también a ejercitar nuestra propia mirada.

Tata Dios, Juan Basterra, Bärenhaus, 2018, 136 págs.

Fuente: Leedor


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