Crítica de “Esos no son todos los vicios”, de Mauro Yakimiuk: realismo extremo. Adriana Santa Cruz




Adriana Santa Cruz

Ya desde el título, la primera novela de Mauro Yakimiuk se inscribe dentro de una línea que apuesta por un realismo extremo, donde no falta la violencia ni lo escatológico. Marcos, el protagonista, no se priva de ningún exceso y transita su vida redoblando cada día la apuesta para demostrar que disfruta de probar “todos los vicios”.

La historia comienza en el día de su cumpleaños, cuando sus padres mueren en un accidente y se entera de que su novia lo deja por su mejor amigo; como si fuera poco, después pierde su trabajo. Sin padres, sin plata, sin una mujer que lo apoye y con una hermana que nunca lo quiso demasiado, Marcos deambula por las calles y por diferentes lugares a modo de un moderno protagonista de una novela picaresca, realizando un camino que también le revelará algunas verdades.

Como lectores, acompañamos el recorrido, pero no podemos empatizar con Marcos. Uno de los logros de la novela es, precisamente, la creación de un personaje detestable, tanto que ni siquiera podemos justificarlo al conocer el porqué de ciertos comportamientos. Él es egoísta, ventajero, inescrupuloso; es un hombre que carece de la capacidad de amar, que considera a las mujeres como objetos y que no tiene ningún límite a la hora de zafar de cualquier situación. Sin adelantar demasiado, cada episodio de su derrotero va completando su carácter y su manera de relacionarse con los demás.

Un personaje de estas características requería un lenguaje acorde. En este sentido, hay una selección deliberada que apunta a definirlo también por la manera en la que habla, por el vocabulario que elige, por la manera en que se dirige a los otros que no son mucho mejor que él: “El tipo, cara de pelotudo, se hace amigo de mi causa y me acompaña hasta la barra. Otro viejo de mierda maneja la batuta y me mira como el del bar anterior. (…) La sonrisa es parte de la estrategia para sacarte algo. Pero cuando tiene que ser gratis, se la guardan en plazo fijo. Hijos de puta”.

Tanto realismo se sobrelleva gracias al humor que se hace presente desde la primera página, el que por momentos nos hace olvidar lo terrible de algunas acciones del protagonista. Sin dudas, el humor salva a Marcos de caer en lo trágico y le permite tener una mirada contemplativa sobre sí mismo, reírse de sus propias desgracias y minimizar ciertas acciones. A los lectores, esta comicidad –acompañada de ironía y sarcasmo– nos permite digerir ciertas escenas que, de otra manera, resultarían demasiado duras.

Esos no son todos los vicios es una novela vertiginosa e hiperbólica, como es la vida de su protagonista, y nos ofrece una galería de personajes que sintetizan la parte oscura de la sociedad en la que vivimos.

Esos no son todos los vicios, Mauro Yakimiuk, Azul Francia, 2018, 114 págs.


Fuente: Leedor


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