Fragmento de la novela "Dilema", y microrrelato de Andrés Hernández Rabal



Dilema. Andrés Hernández Rabal


Andrés Hernández Rabal

Fragmento de la novela "Dilema"

Era domingo. Salimos a pasear y al pasar frente al auditorio vi unos carteles que anunciaban la actuación de Valentina Lisitsa, y con uno de mis conciertos favoritos: el número tres de Rachmaninov. Los carteles tenían una pegatina roja con un texto que no entendí pero supuse que significaba que las localidades estaban agotadas.

— ¡Valentina Lisitsa y el Concierto número tres de Rachmaninov! — exclamé.

— ¿Te gustaría que fuéramos?

— Creo que las localidades están agotadas.

— Parece mentira lo poco que confías en mí. Ya me encargo yo de las entradas. Tú sólo tienes que elegir la corbata que te vas a poner.

— No he traído ninguna corbata, y los comercios hoy están cerrados.

— Ya me ocupo también de la corbata. ¡Es que una tiene que estar en todo! — dijo mientras me regañaba moviendo su mano hacia arriba y hacia abajo alternativamente.

Hizo un par de llamadas en su idioma y continuamos caminando. Después de comer llegamos a casa. Al poco sonó el timbre. Era Marcus, y traía seis corbatas tal como le había encargado Susan, y dos localidades para el concierto. Elegí de entre las corbatas una azul marino con unos pequeños motivos blancos que pensé que combinaría bien con mi americana gris.

A las ocho tomamos un taxi y nos dirigimos al auditorio. El concierto había despertado una enorme expectación y el lleno era absoluto. Aun así las localidades eran estupendas, en la zona de mejor visibilidad.



Sanja Stankovic. pianista serbia


Finale Presto con fuoco (microrrelato)


Estoy arruinado. Material y moralmente. Acabo de recibir la notificación de la sentencia de mi divorcio y la práctica totalidad de nuestro patrimonio pasa a manos de mi exmujer. El Juez ha hecho una lectura exclusivamente racional de los hechos y no se ha detenido ni un instante en los sentimientos. Si lo hubiese hecho, la parte dispositiva de la sentencia sería bien distinta. ¿Puede imaginar el lector un mundo sin sentimientos? Yo, desde luego, no.

La pérdida mi amor hacia ella ha sido la causa que nos ha conducido irremediablemente al divorcio. Me enamoré de otra mujer con la que no ha existido ni tal vez exista nunca contacto físico. He actuado siempre de manera honrada y digna. Trataré de narrar brevemente los hechos.

Hace algo menos de un año publiqué una novela titulada “Adagio para coro a capella”. El éxito obtenido ha sido prácticamente nulo, pero ha sido el detonante de un cambio radical y terrible en mi vida.

La historia se desarrolla en un pueblo costero del sur de Italia, donde un grupo de jóvenes coinciden de forma más o menos casual durante las vacaciones de verano. El personaje de Martina, la protagonista, surgió como una estudiante de biología de veintitrés años deseosa de dejar de lado durante un tiempo los estudios y el resto de sus obligaciones, y disfrutar del sol, del mar y de la tranquilidad. Con esta novela pretendía narrar de manera un tanto frívola las relaciones entre los jóvenes durante las vacaciones. Nada original, pero a medida que iba tomando forma se fue complicando.

Martina queda físicamente descrita en el primer capítulo, pero su personalidad se fue desarrollando a pasos agigantados hasta alcanzar una complejidad que a mí mismo me asustaba, y no me faltaban motivos, como he podido comprobar a posteriori.

Volvamos a los hechos. Martina, mientras tomaba unas copas en compañía de una amiga, conoció a Alessandro. Era un hombre cuatro años mayor que ella, bien parecido y con una capacidad de seducción considerable. Martina se sintió atraída por él desde el primer momento. Él lo notó enseguida, considerando que se le presentaba una excelente oportunidad para disfrutar de un verano divertido. Efectivamente, pocos días después Martina estaba perdidamente enamorada. Alessandro, en cambio, aprovechó este hecho para su mero entretenimiento, sin importarle lo más mínimo el daño que pudiera llegar a ocasionarle.

Ante la candidez de ella intenté dar un giro a los personajes. Ya era tarde.

Martina, animada por sus amigas, se entregó a él en todos los aspectos. Cuando se encontraba a solas se imaginaba una vida futura con Alessandro en una bonita casa en la que reinaban la paz y la armonía. Traté de persuadirla por todos los medios de que estaba siendo engañada, pero ella tenía ya una vida propia y me ponía infinidad de obstáculos en mi afán por apartarla de su error. A estas alturas ya me había enamorado de ella. Mi sufrimiento llegaba a través de dos caminos diferentes pero inseparables y complementarios. Por una parte veía como Martina, mi gran amor, se alejaba de mí; a la vez que Alessandro se regodeaba cada vez más en su comportamiento indigno, llegando incluso a la deshonrosa actitud de explicarle cada día a sus amigos los detalles íntimos que iban sucediéndose entre ellos. Mi amor hacia ella se incrementaba a la misma velocidad con la que lo hacía mi odio hacia él. Como ya he mencionado, me resultaba imposible dar un giro a la narración, y entonces intenté anular los personajes. Tampoco fui capaz. La historia avanzaba y se convertía en un monstruo que iba adquiriendo un tamaño colosal y que me devoraba lenta pero cruelmente.

Alessandro ya está en su ciudad, destrozando el corazón de cuantas mujeres se cruzan en su camino. Martina ha dejado los estudios, se pasa las horas en su cuarto llevada por la melancolía y preguntándose cómo pudo ser tan ingenua. Para mi desesperación, sigue enamorada de él, esperando una llamada que nunca ha de llegar. Mientras tanto, a pesar de mi lucha sin tregua, no consigo llegar a ella. Me ignora, lo que me causa un profundo dolor. No encuentro el modo de explicarle que mi amor sí es puro, sin mácula.

Mi ex-mujer, en cuanto la puse al corriente de la situación, me acusó de loco. ¿Loco yo? Tal vez, no lo sé. El amor en sí mismo es una locura. Una locura necesaria e inevitable.

POST SRICPTUM (I)

Un buen amigo me ha dicho que puede ayudarme a mejorar mi lamentable estado de ánimo a través de la bioingeniería cuántica. No tengo la menor idea de a qué se refiere.

POST SCRIPTUM (II)

Tenía previsto dar un consejo a los escritores. Soy consciente de que no tengo autoridad moral ni intelectual para hacerlo, pero aún así pensaba incluirlo en el relato de los hechos. Pretendía animarles a que no permitiesen que los personajes de sus novelas adquirieran vida propia. Tras una reflexión posterior observé que era un consejo erróneo, ya que si fuese seguido de manera unánime supondría el final de la literatura, y con ello, el de toda una civilización.






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