Pescado o veneno de la ciudad. Alejandro Leibowich







Louis Ferdinand Céline
Modestly, to my friend Lila

“There must be somewhere out of here, said the joker to the thief. There too much confusion,  I can’t get no relief”.


All Along The Watchtower, Bob Dylan 


“Ser inmortal… y entonces morir”


À bout de souffle (Sin aliento), Jean-Luc Godard


Tanto el preludio como el ensayo primario (incluso antes de Bach o Montagne), se caracterizan por una forma libre de adopción y encare. El cine, los medios audiovisuales, también la utilizan de manera experimental. La misma integra de una forma u otra todos los elementos constructivos. Sean estos diálogos, citas o sobrecitas. La construcción se diferencia y no se diferencia al mismo tiempo de los planteos de una "obra conceptual". Sin embargo, en general y dado este caso se atribuyen más a una forma de comienzo que a una obra completa en sí. Fuera de estas cuestiones, todo esquema estructurado o libre (obra) no exime una subyacencia en la catársis. En este caso de ahí lo aparentente difuso del hilo conductor, y la carencia del llamado al lector cómplice. El nexo generativo nacería del propio lector, sin eximir al autor, como si fuera palabra y/o melodía. Se le puso un molde (I-IV-VII-III-VI-II-V-I) que no resulta tan libre e implica un cifrado o contexto. Una imaginaria cadena de dominantes.

Alejandro Leibowich


Se acercaban por retraso (¿a plus tard/e?) al café citado. La avenida por el tema del tránsito, autos, y asfalto quemado resultaba un buen pretexto. Eclosionaban cosas que ya creían olvidadas y las nubes convidaban el único gris, el verdadero, el de la sed (cara y contracara del anhelo). Y el mozo parecía extraviado, como si se hubiera olvidado de que estaba vivo hace al menos una semana. Bueno, suelen pasar estas cosas. No resulta tan inusual. También solemos pasar nosotros y tampoco resulta inusual. Nada menos inusitado que lo que no se conoce, la vida ajena. Una forma del hombre de la multitud y veneno (poison poisson de cité) para la soledad de La Bruyère, revisitados con branquias por Poe.
La mesa era lo más sólido de lo que me podía percatar en ese momento. Con todos sus átomos quietos, porque no somos microscopios, sino personas.


-Te tengo que decir algo, realmente todo se está complicando. Y no puedo con estas cuestiones. No puedo yo solo. ¿Pediste algo ya?
Creo que dije sí, aunque miraba por la ventana, estábamos justo protegidos por un precario “poncho del pobre”, el sol se fatigaba, parecía asmático y los cristales estaban semilimpios. Había algo de vapor.
-No pude hablar con Julieta, y la verdad, es que yo tuve la culpa. 
Me miró con ojos apagados, como semivelados. Supongo que más que todo por maldormir. 
“¿Y usted cómo anda de los riñones?” No sé por qué se me estaba dando de manera tan recurrente recordar a Céline. En medio de toda esa rabia y ese vomitado passé composé (casi al mismo tiempo que Camus), citaba cosas relativas a la ciencia, al desamparo, a pro Ceres. “Al fin de la noche”, donde nos vamos a encontrar de una u otra forma. Resultará la más democrática de las noches, la más oscura y por cierto la única que sé que no me va a agradar.


I
-Cuando fuimos a ver Hache Brandenburgo se la pasaba hablando, no podía atrapar sus palabras, y se perdían en el aire. Había músicos invitados, ya sabés, son esos recitales sencillos que hacen para juntar algunas monedas una vez por año en Capital. Con luces artificiales y gente de la casa contratada para reducir costos. No podía atrapar sus palabras, no podía atrapar su sentido. ¿Sabés a quién me refiero? 
-Creo que sí, pero seguí, dale… tremendo egoísta el aire.
-Cuando ella se posesiona y empieza a hablar de lo que le gusta, se olvida de todo, de todos y de mí. Vos la trataste, y demasiado, me extraña. De repente te convertís en un tercero, una especie de ente. Y no lo hace por neurótica, es una tremenda desbordada. Pero no recuerdo nada de lo que decía, pero no paraba de decir.
-Julieta. Buena semblanza de ella. -podía pintar un óleo con palabras, pensé (y tal vez a la vez me leyó)
-Exacto. Además no para de gesticular, como queriéndose justificar de algo. ¿Viste qué buenas tetas que tiene? No creo que tenga sentido que te lo diga a vos.
“Era algún lugar perdido entre jardines que nadie recordaría, (ni pensar en Boccaccio y lo renacentista). Parecía que estuviéramos en el siglo XIX y yo usaba sombrero y una sombrilla blanca de mano, bajo un Sol londinense y con la Luna en algún lugar de Acuario. Posábamos para una foto inexistente, y el fotógrafo podría ser Dios mismo”.
-Sí, en las salas perdidas, sin alma, (las que parecen vacías incluso estando llenas a tope), entre permisos inconfesables, chocando contra el mismo sentido, puedo recordar cómo el tipo se desangraba. “Pero yo no iba a hacer nada, y no siempre fui médico. Además la muerte siempre es a crédito. Subía las escaleras, el deber profesional llama. Sin embargo no tiene por qué ser un deber completo. Con el protocolo tal vez basta. El médico cura por presencia”.


La casa estaba destrozada, y Julieta no podía ser controlada. Dicen que había querido incluso escarbar con sus uñas en las paredes. “Vea las marcas. Como si buscara algo”, buscaría algo. ¿Acaso no lo buscamos todos? Creo que ella resultaba una de las personas más agudas que alguna vez conocí. Pero tenía algunos problemas que desconocía. Por ejemplo, cuando estuvo en Asia tuvo que empezar a ser tratada con fuertes analgésicos y antidepresivos (y no podía suspenderlos). Esa casa además era de las viejas, con techos altos, y empapelados que ella como notaba había desgarrado. Era patético verla así, más sabiendo quién era, y lo que era. Dicho de paso siempre usó la ironía, no sabía de humor, lo suyo era ironía lisa y llana y te barría con eso. Alguna gente disfruta con los momentos de desgracia de alguien notable. Yo no soy de esa gente o tal vez ni sea gente.


IV
“El militar miraba, era su zona de control, su puesto vigía. Pero en su mente corría otra forma de velocidad, no era la misma que la de su mirar. Porque sé, sabemos que la vacilación puede hacerlo transpirar. O que la transpiración puede hacerlo vacilar. Sabemos cómo son los militares de verdad. Tienen miedo de pensar por sí mismos, porque están entrenados para recibir órdenes, una decisión propia, podría hacer caer una forma de balance, de jerarquías y equilibrios. Todos sabemos que Napoleón perdió su última batalla por estos motivos”.


-El tarot de Marsella. ¿Tenés idea cómo se maneja eso? Nunca fui bueno con las cartas, con las decisiones, con la vida, con nada. ¿Vos?
-Sí, al igual que con el tarot egipcio del que creo guardan relación se pueden usar de cierta forma especial. Dicen que se puede predecir el futuro.


El mozo trajo el café, y platos y medialunas que parecían inyectadas con formol. Era un café oscuro, como la noche.
-Como la borra, al final, lo que queda. ¿Cómo leer la borra del café para predecir el futuro?
-Algo así, pero no tan Middle East, es más aburguesada la cuestión. Grandes señores y grandes embaucadores refinaron lo de las cartas del tarot marsellés.
-Ah, ni idea. Es que siempre hago como una vuelta a lo arqueológico. Y uno como que no se da cuenta, pero no necesitás visitar ruinas romanas para hacerte este tipo de planteos. En los mercados viejos, en esos que te venden una antigualla a 120 dolares, sonriendote con dientes esmaltados en oro y plata. En esos mismos que les decís: “No, thanks, I have to go”, se revelan muchas cosas. Te vas, y el tipo, su señora, novia, hermano, o lo que sea relacionado con él, su sombra o sus mismos ancestros te van a perseguir.
A la cuadra (no hay cuadras, si polvo y tierra). Ponele a unos cien metros, o más, el tema de los dólares sufre una dramática devaluación: 120 se vuelve 90 con un gesto adusto, pero una negación con la cabeza los hace 75. El que desea mordisquear lo que te queda de presupuesto, en pocos pasos va a terminar vendiéndote eso a 20 dólares. Por cierto, la antigualla siempre debía valer unos 5.
-No entiendo a dónde querés llegar y qué tiene que ver con Julieta…
-El regateo cuando se habla de dinero, salario (sal), resulta más fácil de explicar, por la formulación básica, despojada. Se trata un poco de tomar o ceder, en lo que sea. Y el regateo me parece una conducta muy cultural.
-¿Vos me querés decir que Leigh se hace la importante? ¿Y con lo que sé que la aprecias? Porque se nota, y no necesito que me lo digas. Y ahora se te da por tratarla de persona de “altos humos”.
-...Sí, o no, es que depende. El tema de los valores es condicionado, y depende de quién trata con quién, por qué y para qué, ¿acaso no resulta cierto?

Un auto pasó con tal fuerza que desafiaba los decibeles que podría generar un viejo Dassault Mirage, y con el peso de un Panzer alteraba la percepción. Todo parecía temblar, salvo yo. Se me dio por mirarme la mano derecha. Siempre había pasado momentos muy difíciles, no sé si complejos, pero no resultaban fáciles, y tal vez fuese culpa de mi incompetencia.
Mi pulso nunca fallaba, era perfecto. Podrían estar matándose, podría presenciar un fusilamiento, podría saber que se acababa el mundo. Y no temblaba.
Sin embargo nos estamos quedando sin sangre, y a nadie le importa. “Y veía salir la sangre, glú, glú, sangre (sang). Me sentía aburrido”.


VII
“La unidad de tipo de letra, forma y línea narrativa dio paso a una nueva lógica que seguía un camino sinuoso. La verdadera historia de un escritor extasiado mezclada con la fantasía de espejo de un lector maníaco. Ráfagas de recuerdos (...) hacían brotar vivos colores; fragmentos de historias me traían a la memoria otras nunca contadas; ciertas frases producían ecos intermitentes. Una y otra vez yo rememoraba un cuento corto (...) publicado en Berlín”.*
Aplicaremos un fuerte sedante, córranse por favor, y digan gracias que esta es una casa grande. ¡Cuántos cuadros! La chica va a estar bien, o al menos haremos lo posible. Somos médicos, no dioses. Pero hice un juramento.


Podía pensar que los diarios se podrían leer por sí solos, ellos mismos. Como si tuvieran voz propia. Como si Julieta estuviese viviendo en las palabras, ahí entre la tinta que alguna vez derramó. ¿Cómo explicarle a Ferdinand eso? Además dándosela de cándido, creo que debe ser uno de los hijos de puta más grandes que conocí. Eso sí, es muy listo, muy smartway, pero su lucidez no puede iluminar sus sombras. Esas tinieblas que sólo él conoce realmente.
“31 de Junio

Pero ¿qué estoy haciendo?, te escribo diario en un día que no existe. De todos modos está todo encendido. Hay electricidad y no tengo frío. Ferdinand es un imbécil y no lo tolero más. Además últimamente sale a cualquier hora, nadie sabe dónde va. Son salidas que no molestan por ausencia. Él ya no me importa, a veces no sé ni siquiera si mi (nuestra) hija me importa. Pero debe ser culpa de ambos. Sus salidas molestan porque están cargadas de culpas. Puedo sentirlas. Realmente puedo, no necesito cartas ni nada por el estilo. Me he vuelto muy perceptiva, demasiado, como Jetró. Él no para de pensar y capta todo y ve todo, y a veces debo confesar que le temo. Pero al fin y al cabo cada vez nos parecemos más. Debe tratarse de una simbiosis muy inusual, (él diría eso). Me estoy quedando sin tinta… culpa mía, de Ferdinand, del papel. Stop”.


III
Un sueño inducido y tan profundo no debe resultar agradable, hasta las ideas le deben pesar. Tomaba conciencia de que Julieta estaba viva porque se podía percibir de manera muy tenue que respiraba. La sabana se movía en un compás irregular y eso no pasa con los muertos. No me gustaba el color que estaba tomando su cara, muy de linfa, ni sus manos a los costados que colgaban como muertas. Detestaba todo eso.
Sonaba el timbre. Y unos auxiliares del principal se acercaron. Eran dos, no hacían mucho ruido. Tampoco su presencia molestaba, peor aún, casi resultaban insoportables por lo opuesto, parecían no estar estando.


El mozo miraba el reloj, un viejo cartel de Cinzano, y no sé qué podría tener en la cabeza. No creo que un aperitivo. En la época del Werther de Goethe la gente se suicidaba por un texto. Pero era una construcción. Un intento y efecto artificial para conducirlos a otro lado, que al menos de una forma marginal hiperculta los volvía más “nobles”. No creo que el mozo supiera ni quién fue Goethe. Igual no tiene la menor importancia. Lo cierto es que a los sujetos románticos no es necesario matarlos, se matan solos.


“Me esforcé por dar con las palabras precisas, y jugué con ellas hasta que su melodía se correspondió lo mejor posible con mi imagen mental. Y, mientras hacía esto, algo cambió en mi «ojo» de narradora. El yo de la vida real, el que estaba allí escribiendo, se diluyó poco a poco en un yo más imaginario que veía y reinventaba las cosas”.*
Pasaron dos horas en el café.
-Y eso tenía un poco de encantador y ya éramos conscientes de algunas cosas. La realidad desde lo que vemos al despertar, se nos presenta ya “hecha”, no hay reconstrucción posible que no conlleve un overdrive, una distorsión de la misma. -dijo Ferdinand
-Sin embargo, yo, Jetró, el druso que ella cuenta puede más que sólo cargar con marsupias. En el día decimos muchas veces hola, adiós, hija, te quiero, cuidate. Son reflejos condicionados, automatizados al igual que el perro que alguna vez entrenó Pavlov al que una campana le recordaba que debía beber agua. Pero esas palabras, alguna vez tuvieron que ser aprendidas. Alguna vez tuviste que entender h-o-l-a, h-i-j-a o c-u-i-d-a-t-e. Resultan en sí mismas microestructuras formales de macroestructuras. Micro sentidos de lo macro. 
-Chomsky desde su gramática universal creo que dijo que las palabras ya traen un contexto que les da sentido. Que madre, casa, etc, ya implican muchas cosas más. ¿Cuántas cosas implicará Julieta?
“Estamos en un proceso que pide un esfuerzo, una especie de tecnología primitiva que exige desde la palabra que seamos”.


VI
-Muchachos, tengo que cerrar.
-Pero ¿qué hora es? -dijo Ferdinand
-Es que cerramos al mediodía, política de la casa. Hablen con el dueño si no les parece bien. Sigo las reglas.
Nos miramos. Una epifanía.
-Pagamos juntos, de todos modos “toda la vida nos van a chupar la sangre”.
“Entre los recortes que tengo de The New York Times, Paris Review y Le Monde estaba un libro de Lila Azam Zanganeh. Se complementaba con dos de Destouches (Céline fue el nombre de su madre), una Historia sobre los Drusos de autor desconocido y algunos fragmentos de Homero.
‘Ustedes los Dioses se jactan de ser poderosos e inmortales, pero en realidad nos envidian. Nosotros los mortales, tenemos la posibilidad de elegir, una voluntad a ustedes vedada’. Pero deben entenderme, consciente he hecho un acto de magia y terminamos encantados. Desde algún mirador de alguna atalaya, escucho cantar a Dylan, e imagino también a los sirvientes y a la gente descalza”.


II-V-I (Cadencia Perfecta)


*Citas tomadas de Lila Azam Zanganeh

También hay paráfrasis de Céline y Homero


Sin aliento. Jean-Luc Godard



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