La virtud. Alejandro Leibowich
La memoria. René Magritte |
La virtud, un trabajo con limitaciones. La virtud un trabajo limitado
Alejandro Leibowich
Los problemas de la realidad, se resuelven con los ojos abiertos.
Los problemas de los sueños con los ojos cerrados.
Mientras, todo el tiempo el inconsciente parpadea.
La realidad es un contexto, que se dibuja en un plano multidimensional.
Como todo contexto tiene puertas, visibles e invisibles, rústicas y/o suntuosas.
En realidad para hablar de realidad, se tiene que figurar una habitación impersonal, y que para llegar a buen puerto, uno debe saber que puertas usar, y cuales evitar.
No existe la evasión de la realidad, porque la misma es un contexto absorbente que engloba al individuo, o dicho dentro de la imagen figurada con antelación es el cuarto donde el individuo nace, se desarrolla y muere.
No sería un cuarto en el sentido físico de la palabra, o sea algo con muros, techo y ventanas. Sería el devenir de las posibilidades humanas del sujeto.
O sea, tratando de seguir la línea conductora de este concepto de realidad, se puede inducir e incluso inferir, que la virtud, la cual se ve como el plano en el numen del desarrollo individual, no es más que el pulimiento de una pequeña porción de lo conocido como realidad.
Esa pequeña joya llamada virtud, se genera a partir de ciertos descartes de la realidad, y en otro caso excesos de la misma.
La realidad es entonces el nexo para explicar la virtud, y la virtud es el resultado de dominar una pequeñísima porción de la realidad.
Entonces caemos en cuenta que la bien llamada virtud es el resultado de una tremenda incapacidad en otros planos de la realidad antedicha.
O sea la virtud se genera por los descartes, las incompetencias y la incapacidad como se dijo antes, Pero todo esto a costa de salvar algo, aunque más no sea una ínfima porción de la realidad, donde se tiene un dominio considerable sobre las cosas que allí acontecen. Eso es la virtud.
Para citar un caso de virtud, la fuerza del pensar, el valor de escribir, y el poder crear, son débiles armas para luchar contra la otra parte de la realidad, la que no se conoce y no se puede dominar.
Y estos hábitos, e intentos de perpetuación del individuo, no son más que una pequeña bocanada de aire en un infinito-realidad que por los citados descartes, incompetencias e incapacidades, se convierten en los demonios, los inasibles o los evitables.
En una lucha ciega contra un aquelarre supremo producido por las limitaciones del sujeto.
Volvemos a la realidad-contexto, que engloba al sujeto. Ahí donde el mismo crea sus armas, se transluce o se destine de pudor creador.
Pensamiento-escritura-creación, y esa búsqueda de lo duradero, dentro de una habitación unitaria.
El individuo nace con las alas de la realidad total, si logra dominar una paupérrima parte de la misma consigue la virtud. La virtud lo viste con traje de oficio, y dentro de un estrecho eslabón signado a sus dominios, se lo nombra amo y emperador de un grano de arena.
El sujeto entonces se esfuerza, consigue la virtud, sabe conscientemente o no que dentro de la realidad su virtud, es un arma pobre. Pero como un espectro fugaz, esboza una sonrisa de desafío a la inmortalidad, y también al sórdido destino.
Alejandro Leibowich
Los problemas de la realidad, se resuelven con los ojos abiertos.
Los problemas de los sueños con los ojos cerrados.
Mientras, todo el tiempo el inconsciente parpadea.
La realidad es un contexto, que se dibuja en un plano multidimensional.
Como todo contexto tiene puertas, visibles e invisibles, rústicas y/o suntuosas.
En realidad para hablar de realidad, se tiene que figurar una habitación impersonal, y que para llegar a buen puerto, uno debe saber que puertas usar, y cuales evitar.
No existe la evasión de la realidad, porque la misma es un contexto absorbente que engloba al individuo, o dicho dentro de la imagen figurada con antelación es el cuarto donde el individuo nace, se desarrolla y muere.
No sería un cuarto en el sentido físico de la palabra, o sea algo con muros, techo y ventanas. Sería el devenir de las posibilidades humanas del sujeto.
O sea, tratando de seguir la línea conductora de este concepto de realidad, se puede inducir e incluso inferir, que la virtud, la cual se ve como el plano en el numen del desarrollo individual, no es más que el pulimiento de una pequeña porción de lo conocido como realidad.
Esa pequeña joya llamada virtud, se genera a partir de ciertos descartes de la realidad, y en otro caso excesos de la misma.
La realidad es entonces el nexo para explicar la virtud, y la virtud es el resultado de dominar una pequeñísima porción de la realidad.
Entonces caemos en cuenta que la bien llamada virtud es el resultado de una tremenda incapacidad en otros planos de la realidad antedicha.
O sea la virtud se genera por los descartes, las incompetencias y la incapacidad como se dijo antes, Pero todo esto a costa de salvar algo, aunque más no sea una ínfima porción de la realidad, donde se tiene un dominio considerable sobre las cosas que allí acontecen. Eso es la virtud.
Para citar un caso de virtud, la fuerza del pensar, el valor de escribir, y el poder crear, son débiles armas para luchar contra la otra parte de la realidad, la que no se conoce y no se puede dominar.
Y estos hábitos, e intentos de perpetuación del individuo, no son más que una pequeña bocanada de aire en un infinito-realidad que por los citados descartes, incompetencias e incapacidades, se convierten en los demonios, los inasibles o los evitables.
En una lucha ciega contra un aquelarre supremo producido por las limitaciones del sujeto.
Volvemos a la realidad-contexto, que engloba al sujeto. Ahí donde el mismo crea sus armas, se transluce o se destine de pudor creador.
Pensamiento-escritura-creación, y esa búsqueda de lo duradero, dentro de una habitación unitaria.
El individuo nace con las alas de la realidad total, si logra dominar una paupérrima parte de la misma consigue la virtud. La virtud lo viste con traje de oficio, y dentro de un estrecho eslabón signado a sus dominios, se lo nombra amo y emperador de un grano de arena.
El sujeto entonces se esfuerza, consigue la virtud, sabe conscientemente o no que dentro de la realidad su virtud, es un arma pobre. Pero como un espectro fugaz, esboza una sonrisa de desafío a la inmortalidad, y también al sórdido destino.
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