El insoslayable yo del artista, Ernesto Sabato




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Ernesto Sabato

  Respetuoso de la ciencia, contemporáneo de las grandes discusiones sobre las ideas platónicas, Leonardo pintaba efectivamente sobre triángulos, círculos y pentágonos; pero la temblorosa carne de sus ángeles y madonas se apartaba sutil pero invenciblemente de esa rigidez matemática, como de aquellos pesados aparatos que, después de sus noches de morgue, destinaba a imitar corazones y voces. El arcano de la vida y de la muerte, que en vano trataba de develar en sus disecciones y que torpemente trataba de recrear en sus robots, era en cambio alcanzado en su pintura. 
  En Leonardo aparece dramáticamente la lucha entre el deseo de la objetividad que caracteriza a la ciencia y la inevitable subjetividad que brota en el arte. Esas silientes grutas en que se refugian sus equívocos semblantes, ¿qué son sino el indirecto retrato del propio Leonardo?

 Are not mountains waves and skies a part

 of me and my soul, as I of them?

Si la ciencia puede y en rigor debe prescindir del yo, el arte no puede hacerlo, y esa "incapacidad" es precisamente la raíz de su poderío, lo que le permite acceder a la universalidad concreta, en virtud de aquella dialéctica kierkegaardiana, según la cual más alcanzamos el corazón de todos cuanto más ahondamos en el nuestro.

  Así vamos de la vida al universo perfecto de la geometría, pero debemos volver, si queremos seguir perteneciendo a la raza humana. Como todos los artistas, Leonardo buscó el orden en el tumulto, la calma en la inquietud, la paz en la desdicha, y de la mano de Platón intentó acceder a su universo. Pero ese reino no es el de los hombres, esas abstracciones no las apaciguan sino transitoriamente, y todos concluyen por añorar este mundo terrestre, en que se vive con dolor, pero en el que se vive: el único que nos ofrece pesadumbre, pero el único que nos proporciona plenitud humana. Puesto que lo peculiar del ser humano no se el espíritu puro sino esa desgarrada región intermedia llamada alma, región en que acontece lo más grave de la existencia y lo que más importa: el amor, el odio, el mito y la ficción, la esperanza y el sueño; nada de lo cual es espíritu puro sino una vehemente mezcla de ideas y de sangre. Ansiosamente dual, el alma padece entre la carne y el espíritu, dominada por las pasiones del cuerpo mortal, pero aspirando a la eternidad del espíritu. El arte (es decir la poesía) surge del confuso territorio y a causa de su misma confusión: Dios no necesita del arte.

"Apologías y rechazos"


                                           "El túnel" de León Klimovsky

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