Mordiendo la eternidad. José Pablo Feinmann


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José Pablo Feinmann

¿Por qué nos interesan los vampiros? ¿Por qué el miedo a la muerte ha llevado a los hombres a crear estos seres? ¿Por qué son tan temibles y a la vez atraen tanto? ¿Por qué necesitan para vivir de la sangre de los otros? ¿Por qué la sangre de los otros es vida de los otros? ¿Por qué la marca de los colmillos aparece en el cuello de sus víctimas? ¿Qué vena importante hay ahí? ¿Por qué son inmortales? ¿Por qué sólo podemos eliminarlos con una estaca y un martillo? ¿Por qué la cruz cristiana los aterroriza? ¿Por qué se parecen tanto al ángel caído de Satanás? Este capítulo está repleto de sangre, de muertes, pero también de esperanza, porque ninguno de los que muere, muere para siempre, sino que muere para seguir viviendo, para seguir viviendo para siempre.
  Hay alrededor de 160 películas sobre Drácula, y tuve que elegir tres. La tarea no es fácil. La primera que hizo Hollywood, tal vez la más relevante, es la que en 1931 dirigió Tod Browning, protagonizó Bela Lugosi y se llamó, simplemente, "Dracula". Luego me detendré en "Horror of Drácula"(1958), de Terence Fisher, con Christopher Lee, y, por último, en el "Dracula" (1992) de Francis Ford Coppola, con Gary Oldman.

  Hay que sacarse el sombrero y hacer reverencias ante Bela Lugosi por su interpretación del Conde en esa película , mítica, inscripta en la historia del cine. "Dracula" plantea el tema de las sombras, de la luz, de la tumba, de la muerte. Es genial la presentación de Lugosi, bajando lentamente las escaleras con una vela en su mano, para encontrarse con Renfield. Es enternecedor escucharlo, con su acento húngaro que jamás perdió, cuando dice "I am Dracula". Después, lleva a Renfield al primer piso y le sirve vino sólo a su visita. Sorprendido, el invitado le pregunta:"¿Usted no toma vino?". "No, yo nunca tomo vino", le responde.

  Ser vampiro no es fácil. En primer lugar, el vampiro es un ser que está muerto, pero que no está muerto. Ha muerto, pero es un no-muerto, porque vivirá por siempre. La inmortalidad, que todos anhelamos y que el vampiro puede darla, no es una condición grata para los humanos. En el cuento de Borges "El inmortal" podemos leer: "Homero y yo nos separamos en las puertas de Tánger, creo que nos dijimos adiós". Los inmortales no pueden decirse adiós, porque al no morir siempre pueden volver a encontrarse. La mortalidad, la finitud de la vida, hace de cada uno de los instantes de nuestra existencia algo precioso que no volverá a repetirse. En cambio, si nos volvemos inmortales, sabemos que todo se va a repetir, que nada es único.
De ahí que la figura del vampiro, pese a que nos asusta tanto, es una figura trágica. Ese ser está condenado a dormir en un ataúd, en tierra no consagrada, a levantarse de noche, y matar a sus victimas para conseguir la sangre que necesita para seguir viviendo. Está condenado a veolver a su tumba cuando se levanta el sol, a temer siempre que venga alguien y lo mate del modo tradicional, con una estaca clavada en el corazón. El vampiro está cansado de eso, tiene una soledad total. Es una criatura de la noche, del graznido de los pájaros nocturnos, del aullido de los lobos. "Criaturas de la noche, qué música hacen", desliza Lugosi.
  Pero el vampiro padece una soledad atroz; no puede amar, ni tener una compañera, ni dar vida; sólo puede quitarla, vive inmerso en el mundo de la muerte. Es inmortal, pero es inmortal porque está muerto, porque ya murió. Drácula ya ha vivido muchisimas vidas, y esto es lo que habla de su cansancio. Está muy buen expresado en la película de Coppola y en otra de Werner Herzog, "Nosferatu, el Vampiro (1979), que hace foco en la soledad. Pero tengamos en cuenta esto: lo que constituye al vampiro es que si él mata a alguien lo vuelve vampiro, le da la inmortalidad. Así que si usted quiere ser inmortal, que es un anhelo muy profundo de los hombres, hágase morder por un vampiro.

 La compañía británica Hammer Films produjo en 1958 "Horror of Dracula" y revolucionó el género de terror. La Universal, que había hecho el "Dracula" de Tod Browning  en 1931, se especializaba en ese tipo de films. Hasta llegó a parodiarlos con una inolvidable película que se llamaba "Abbott y Costello contra los fantasmas" (1948), en la que ese dúo cómico mediocre se enfrentaba a Drácula, el Hombre Lobo y Frankenstein.

El género de terror había quedado estancado, no espantaba a nadie, hasta la aparición de la Hammer con una nueva propuesta. La gente de la empresa habrá exclamado: "¡Basta de sutilezas! El vampiro es un ser terrible; tenemos que hacer que la gente se mee de miedo".
¿Y cómo lograr que resurja el miedo? ¡Los colmillos! Los vampiros no usaban colmillos en las películas de la Universal. Bela Lugosi no usó colmillos, ni John Carradine, ni Lon Chaney. Hay una película mexicana, "El vampiro"(1957), cuyos colmillos parecen los de una morsa. El vampiro de Christopher Lee tiene unos colmillos temibles.¡Y el Technicolor! Con la llegada del color la sangre pasa a un primer plano. ¡Y el sexo! Cuando Drácula ataca a Lucy, su víctima más exquisita, la saborea antes de morderla. Es una relación sexual impensable en los tiempos de Lugosi. Christopher Lee disfruta de su víctima y al morderla llega al orgasmo. El gesto de Lucy en ese momento no admite dudas. La mordida del vampiro también le produce intensísimo placer sexual, que los ingleses remarcaron.
  "Horror of Dracula" inicia algo nuevo. La película carece de reflexiones sobre la condición del vampiro. No hay ni atisbo de lo que Herzog planteó luego sobre la soledad, la noche, la inmortalidad. ¡No! La película británica sólo pretende meter miedo, y lo consigue. Christopher Lee tiene los ojos inyectados y sobre los colmillos se desliza la sangre. Jonathan Harker es el primero que va a buscar a Drácula al castillo para matarlo.
  Al vampiro se lo mata con una estaca en el corazón, cuando Jonathan Harker mata a la vampira, que tiene unos senos prominentes, le clava la estaca en el medio del pecho, un error grave. El reino de las tinieblas es el reino del vampiro. Porque-es hora de decirlo-el vampiro es un hijo del maligno, uno de los hijos predilectos de Semyazza, de Azazel, de Satanás. En consecuencia, su reino es el de las tinieblas, como es el reino del Demonio. Y Harker entra en la cripta en la que están los ataúdes donde descansa Drácula y su novia y comete el error de clavarle la estaca a la mujer. Porque lo lógico hubiera sido que se asegurara de liquidar primero a Drácula, y después con la vampira hacer otra cosa, digamos, dialogar con ella, decirle "no me muerdas demasiado", "un poquito, bueno, así sí".
  La Hammer tuvo un enorme éxito con esta película, que también consagró a su protagonista, Christopher Lee. El problema es que éste nunca pudo hacer otra cosa. Ni él, ni Peter Cushing, pudieron ser otra cosa que los actores de las películas de terror de la Hammer Films. Son objetos de culto, pero nunca hicieron Shakespeare. Quizá no lo necesitaban. Nosotros los recordamos con profunda reverencia.

 Pasemos ahora a la última película. El título completo de la producción de Francis Ford es "Bram Stoker's Dracula", que pretende advertir que está basada en la novela del escritor irlandés, la misma en que dicen basarse todos los films sobre este vampiro. Elegí la de Coppola en honor al director de "Apocalypse Now", de la saga de "El Padrino", y porque anduvo por acá comprando tierras, bebiendo vinos, haciendo malas películas, gordo, viejo, decadente...Queremos animarlo un poco reflexionando sobre su Drácula. La gran culpable de los mayores dislates de este Drácula es la diseñadora Eiko Ishioka. Supongo que Coppola la llamó para el diseño del vestuario por el prestigio que tienen los diseñadores japoneses, pero esta chica le erró feo. Un ejemplo: Gary Oldman, un actor lo suficientemente loco como para hacer bien de Drácula, se pone una cosa horrorosa en la cabeza y parece más un mandarín que un vampiro. Obvio: Ishioka ganó un Oscar por su labor.

La película es larga-dura más de dos horas-, cuenta con la horrorosa presencia de Anthony Hopkins, que hace del doctor Van Helsing, uno de los peores Van Helsings de la historia de las películas de vampiros. Igual, es justo reconocer que el film tiene sus aciertos. Con originalidad, comienza contando la historia del empalador Vlad Tepes, un guerrero rumano que luchaba contra los turcos musulmanes en defensa de la cristiandad en el siglo XV. No sé si esto le suena a usted, pero Coppola quiere marcar que este Drácula se basa en un guerrero de la cristiandad, que luchaba contra los musulmanes. El empalamiento, en efecto, era una tortura terrible practicada por Vlad Tepes. Uno de los métodos más terribles que llegó hasta nuestros días y que, entre otros, lo ejecutaron los verdugos de la última dictadura argentina.
  Vlad Tepes posee un amor imposible su amada ha muerto. Y ése es el antecedente de Drácula. En esta película, se enamora perdidamente de Mina Murray, la adorable mechera Winona Ryder, una chica muy bonita, que había llegado a un punto culminante en "La edad de la inocencia", con un notable papel, y después en la vida privada empezó a desbarrancar: la atraparon robando en las tiendas...al fin y al cabo un ataque a la propiedad privada...Decía que Drácula se enamora y ella lo ama tanto que está dispuesta a vampirizarse. Coppola plantea un amor inmortal Ellos se amarán en la muerte, se amarán para siempre. Se aman como no-muertos. En inglés, el vampiro es un undead, un no-muerto. El que no muere, el que no puede morir, pero que está condenado a beber la sangre de los otros para seguir vivo.
  Christopher Lee ya lo había hecho en los 50 y Gary Oldman lo repite en los 90; se abre una vena del pecho, de la que emana una cantidad de sangre abundante. En la versión de Coppola, Winona la bebe con una cara de enorme sensualidad, en una especie de fellatio vampírica. El vampiro ama la sangre, por eso la bebe constantemente. La sangre es la vida, dice Drácula, porque el que está vivo tiene sangre naturalmente, pero el vampiro no tiene sangre. Y el vampiro, al no tener sangre, la necesita tomar de los otros.
  En la película de Coppola, el vampiro se enamora. Y este es quizás uno de sus rasgos más originales. Su víctima, que pretendidamente, tiene que ser Winona Ryder, no quiere ser su víctima, quiere ser su amante por toda la eternidad. Y, en efecto, así se le entrega. "Me entrego a vos para siempre". Y le pide que la muerda, porque si lo hace, ella va a transformarse en inmortal. Coppola destaca que esta pareja, que ha sido desdichada en vida, va a tener la bendición, o la maldición de vivir un amor, tal vez satánico, pero eterno.
  
  A modo de cierre, haré una ontología del vampiro. Esta palabra, ontología, no tiene por qué asustar a nadie. Es el estudio de lo que es, de aquellas cosas que son. Entonces, cuando hablo de la ontología del vampiro, trato de estudiar aquello que el vampiro es. Lo curioso con el vampiro es que trataré de ver qué es el vampiro, cuando en realidad el vampiro no es, La relación del vampiro entre el ser y la nada es apasionante, porque el vampiro es, en efecto, un vampiro, pero a la vez, no es nada, porque está muerto.
  El vampirismo es una de las tantas respuestas que el ser humano ha dado a uno de los problemas que más lo angustian: la finitud de la vida, la conciencia de la muerte. Como sabemos, todos somos seres finitos, y esta condición raramente se acepta, con lucidez y franqueza. "Soy finito, voy a morir un día", Siempre se buscan paliativos, y el más común es la religión, la creencia en Dios, en otro mundo, en la reencarnación. Pero la creencia de los vampiros es otra, y proviene del lado del mal. "Voy a ser eterno, no voy a morir, voy a ser un vampiro".
De este deseo humano de inmortalidad, que es quizás el deseo supremo, surge este mito fascinante, que tiene relación con la sangre. de alguna manera, está muy ligado al cristianismo. Surge en los países del centro de Europa. En la escena final de "Horror of Dracula", Peter Cushing, que hace del doctor Van Helsing, representa el Bien en lucha contra el Mal, Drácula, que es Christopher Lee. La luz mata al vampiro. La claridad, la transparecia, disipa las tinieblas. En última instancia, la pureza mata a ese ser del mundo de las sombras, a ese ser demoníaco, que pertenece más a las tumbas que a la vida. Y para rematarlo, el doctor Van Helsing toma dos candelabros y los pone en forma de cruz: Ahí Drácula se convierte en cenizas.
  En una escena de la película de Roman Polanski "La danza de los vampiros" (1967), uno de estos seres es un gordito muy simpático que entra por la ventana de la habitación de una chica muy jugosa. Ella le muestra la cruz y él le contesta: "Elegiste al vampiro equivocado". Era judío. No está explicitado en ningún lado si la estrella de David sirve para amedrentar a un vampiro judío.
  Vuelvo al planteo inicial, al hombre acosado por la idea de la inmortalidad. Desde una concepción religiosa. Dios reserva para él el Reino de los Cielos. La vida es un camino que hay que atravesar, un valle de lágrimas, para llegar a la promesa divina. Pero qué ocurre si yo no creo en el Reino de los Cielos. Voy al Reino del Mal. Si creo en él, deseo ser inmortal en medio de la maldad. Pero la inmortalidad que da el vampiro es la de la soledad extrema. El vampiro puede calmar la angustia de morir, pero, en realidad, no la calma, porque ser vampiro es estar muerto para siempre.
  Acá tenemos dos conceptos, "estar muerto" y "para siempre". "Para siempre" daría la inmortalidad, pero el "estar muerto" da el "estar muerto". Es decir, que la inmortalidad del vampiro tiene el enorme costo de "estar muerto para siempre".
En última instancia cada uno debería elegir morirse y listo, porque, en efecto, cuando uno se muere, "está muerto para siempre", pero no tiene que tomarse el enorme trabajo que se toman los vampiros. Ellos tienen que estar en sus tumbas, salir a buscar a sus víctimas, beber sangre...Peor si se es Drácula: comprarse una capa, tener un castillo, esperar que caiga alguien o irlo a buscar...No es fácil ser vampiro. Sentir a Satanás muy cerca de uno debe ser complicado. El diablo debe estar constantemente diciendo cosas terribles. Y lo más probable es que por escuchar cosas terribles y diabólicas, uno termine haciendo cosas terribles y diabólicas. La condición del vampiro es, entonces, la soledad y la muerte; no es recomendable para ninguno.
  ¡Cuidado! Una ciudad como Buenos Aires está llena de vampiros. Si tenemos en cuenta que el vampiro es un chupa sangre, durante los años 90 hubo muchos de ellos en Balcarce 50 y sus alrededores. Yo no hubiera aparecido por ahí, porque al que andaba por esos lados le chupaban todo. Pero no sólo pasó en la Argentina de los 90. Este mundo está lleno de vampiros, así que ¡atención! Hay que andar bien asesorado y con una estaca y un martillo todo el tiempo, junto al celular, por las dudas.

Capítulo 18. "Siempre nos quedará París".



  

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