El escritor ante la crítica, Abelardo Castillo



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  Abelardo Castillo

  Desdeñar a los críticos es una de las tentaciones menos reprimidas del escritor. El propio Sartre (él mismo uno de los críticos más agudos de nuestra época) los demuele en un capítulo completo de ¿Qué es la literatura?, aunque admite, en fin, que hay gente que de algún modo tiene que ganarse la vida. Sabato, al recordar que Saint Beuve no supo ver el genio de sus mejores contemporáneos, lo atribuye al resentimiento: Saint Beuve era feo y petiso, y tenía mala suerte con las mujeres. Parecería no notarse que criticar al crítico es, de hecho, ejercer la crítica, y no siempre con argumentos irreprochables.
  La explicación más propalada de la ceguera, estupidez o mala fe de los críticos se resume así: todo crítico es un escritor fracasado. El razonamiento no me convence. Lo que me preocupa de un crítico no es que sea un escritor fracasado, sino que sea un crítico fracasado. Vale decir, un mal crítico. Por otra parte, grandes escritores (Tolstoi, Poe, Goethe, Oscar Wilde, Eliot, Baudelaire) fueron críticos y no les ha ido tan mal con su obra de creación. Y no hay más que recordar las barbaridades que Lope, Cervantes, Góngora y Quevedo decían a su turno de cada uno de los otros, para notar con alarma que no ser un escritor fracasado tampoco garantiza la lucidez o la generosidad de espíritu.
El problema es complejo. Antes que nada habría que ponerse de acuerdo sobre el significado de crítica, reseña, análisis estructural de un texto, estudio, comentario, ya que a cualquiera de estas actividades se llama crítica. Dejo de lado a los autores de esas columnas lánguidas que pueblan nuestros diarios y revistas y me atengo a una definición elemental: crítico es un hombre que ha leído un libro y opina sobre él. Cualquier lector es por lo tanto un crítico, sólo que el crítico es un lector privilegiado: un hombre que lee para escribir a su vez sobre lo que leyó, un escritor de tipo especial. Cuando este hombre es muy agudo, muy informado, lo bastante artista él mismo como para captar por simpatía ciertos niveles no del todo racionales de un hecho estético literario, cuando además posee una visión del mundo que le permitirá enjuiciar un libro sin olvidar que está cumpliendo una función cultural formativa y normativa, no creo que pueda objetársele nada, aunque se equivoque. Tolstoi, Nietszche y Baudelaire hablaron de la música de Richard Wagner, los dos primeros para aniquilarla. Wagner a mí no me gusta, pero leo el texto apasionado de Baudelaire con admiración; he creído advertir que, para los tres, la música de Wagner era una excusa, un modo de exponer cierta idea del arte y la cultura que, en el fondo, es la misma.
  Pero se me pregunta cómo recibo yo la crítica. La llamada crítica estructuralista o formalista no me sirve, y en general la juzgo "imposible": pertenece a la lingüistica, no a la poética, y carece de destinatario; la especialización la vuelve ininteligible, es una especie de masonería; el escritor que la ejerce parece no haber preguntado nunca para quién escribe. Y podría decir que no agrega nada a lo que yo sé sobre la estructura de mis propios textos. La crítica "interpretativa" puede, en cambio, iluminar ciertas zonas que desconozco; pero no sé hasta que punto me sirve. Esta crítica, útil para el lector, acaso resulta nefasta para un autor. Gabriel García Márquez ha declarado que tanta interpretación de "Cien años de soledad" casi le impidió escribir "El otoño del patriarca". Y se nota. La creación literaria, es cierto, exige la mayor cantidad posible de conocimientos (formales, técnicos, psicoanalíticos, sociológicos, lo que se quiera), pero también exige una buena dosis de ignorancia, de libertad, respecto de ciertos mecanismos internos. Como aquello que decía Macedonio Fernandez: "Nunca tomé conciencia de que respiraba hasta que estuve a punto de ahogarme". En nuestro país hay críticos excelentes, pero limitados. Han leído muchísimos ensayos y pocas novelas. cuentos, dramas, poemas. Y a veces desconocen otras cosas que deberían saberÑ algunos idiomas contemporáneos, por ejemplo griego y latín clásicos (hablo en serio, y hablo de los críticos, ya que yo también ignoro esas lenguas pero me limito a inventar historias, no investigo en la literatura); y, sobre todo, carecen de una formación filosófica profunda. No se puede ser un gran crítico sin sustentar una poética, que es a su vez una zona de algo más vasto, la estética, y no hay estética que valga si no se parte de una concepción total del mundo, de una filosofía. Por eso, a veces, ciertos grandes escritores son críticos deslumbrantes. Poe, sin saberlo, fundó la crítica norteamericana; Edmund Wilson, uno de los mejores críticos especialistas de la lengua inglesa, ha dicho que esos rápidos textos de Poe sobre libros, en general imperceptibles, son el conjunto crítico más notable de la primera parte del siglo XIX norteamericano. Y por eso "Qué es el arte" es un gran libro, aunque Tolstoi se equivocara respecto de Baudelaire, de los simbolistas, de Shakespeare y hasta de sí mismo. Lo que estos hombres, artistas o no, ponen en cuestión cuando hablan de arte es la noción de cultura.
  Ahora si la crítica se limita a decir de un libro "me gustó" o "no me gustó", entonces, bueno, cualquiera tiene derecho a hacerlo. Pero para eso no se necesita al crítico, basta con el lector.

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1 comentario:

  1. Hola, te dejo este link. Saludos.
    https://academiaeditorial.com/colecciones/critica-de-la-razon-literaria/critica-de-la-razon-literaria/

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