El desprecio. Alejandro Leibowich


"El desprecio" (Le Mépris). Jean-Luc Godard

Alejandro Leibowich

"No podemos cambiar el mundo, pero sí la forma en que lo percibimos".
T. S. Eliot

El globo ocular es como bien sabemos una prolongación del cerebro, y damos como sobreentendido su cauce de descarga, su relativo lacrimal. El mismo si no sufre una obstrucción sirve para lo que conocemos vulgarmente como llorar. Derramar lágrimas puede suceder por diversos motivos: tragedias, guerras, injusticias, pero también por pelar cebollas. Así de engañoso se presenta un presente. La justicia en un país insomne, de alma amnésica y secuelas de un tiempo volátil se escurre como agua entre las manos que hacen a la realidad. Habría que recordar sin ya poseer recuerdos, lo cual realmente es un desafío hoy en día. Vivimos dentro una temática de vida que inflexiona y pulsiona al hiperconsumismo y el descarte. Todo está más cerca, resulta supuestamente más fácil, y en el mismo lugar. Pero también puede estar terriblemente lejos, resultar de invariabilidad engorrosa, y estar en muchos lugares que encima no resultarían claros. La gente que no acostumbra leer libros o ver películas a relativa consciencia suele citar fragmentos de guiones como representativos de lo que piensa su autor. Como por ejemplo el que le da a su antagónico personaje en “Crímenes y Pecados” (Crimes And Misdemeanors) Woody Allen: “La comedia es igual a tragedia más tiempo”, y se suele dejar de lado que un autor no es sus personajes. Los personajes son el resultado de cien mil búsquedas entre miles de millones. De obsesiones, silencios, versiones trastocadas, odios, atracciones, etc. Muchas veces se suele elegir un personaje para expresar exactamente lo que se odia. Un amigo mío músico y escritor, hace unos años me decía: “elijo un personaje, y lo dejo que transcurra en la historia, ahí como si fuera un tacho de basura, voy tirándole todo lo que detesto, y termino haciéndolo trizas”. Es una suerte de venganza secreta a la realidad o a un imposible. El personaje de la película, con la tecnología de la época toma un grabador portátil y quiere que la idea dure, la considera importante. Queda almacenada en una memoria analógica, que ahora resultaría digital. Memoria, que no es humana, pero ahí está. Entre los conocimientos que aportan las sagradas escrituras, se puede leer “quedas inscripto en el libro de la vida”, y también “justicia perseguirás”. La justicia se representa ciega, usualmente con dos balanzas. Duerme un sueño de piedra careciendo de poros para que respire el latir del tiempo, y de los sentidos que conocemos los mortales. Según las dos primeras acepciones de la palabra en un diccionario de uso corriente en la lengua española encontramos: 1. Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde. 2. Cualidad de justo. (se le atribuye un origen divino, que hunde sus raíces en la cultura de la cuenca del Mediterráneo).
La moral en la actualidad suele parecerse mucho al antiguo Dios Jano que desde la mitología romana resulta bifronte y por lo tanto no es claro si ve mejor con los ojos de su rostro o con los de su nunca. En todo caso tiene ambos pares. Un mortal común no podría absorber toda la información que recibe con tales duplicaciones. La realidad se volvería tan insoportable que con la mirada cual Medusa se interpretaría al otro como piedra y ante tales inclemencias tal vez sea necesario que un Perseo cercene nuestra existencia.
Cuando nacemos, no estamos preparados para recibir tanta realidad, se atribuye esto a un acostumbramiento progresivo de los sentidos, pero los recuerdos tardan unos meses en volverse primeras sombras, que hasta los dos años de edad aproximadamente se dice que se perderán para siempre. La Argentina es un joven país que tiene 166 años de historia documentada postconstitucional (1853). Hubo golpes de estado, derrocamientos militares, civiles, y acciones que se hunden en el más nefasto de los grises. Desaparecidos, centros de tortura, padres de constructores de cultura que experimentaban generando los mismos instrumentos de tortura, en todos los sentidos, no sólo la física. En países jóvenes, siempre hay escondida una fantasía de poder sobre un grupo más reducido (en los viejos también). Pasó con los aplastamientos por botas militares. Pasó cuando un torturador tenía a su merced a un sujeto sin nombre, atado y languideciendo. Esperando un “tal vez tenga suerte, y me mate, no soporto ser su juguete, una víctima de un pseudo estado, y de lo ambivalente de mi destino”. Pero no. La verdad es que sólo el actor móvil del hecho era el protagonista, el maestro de la bajeza que enfrentaba a lo que no puede responder, y atendía a manuales de desprecio hacia sí mismo que venían de la época de la Santa Inquisición. Lo que más odia un torturador es a su propio cuerpo, o sea al ser humano. Lo dice la psicología moderna y también la antigua que se llamaba filosofía e intentaba ser un todo. 
Las tragedias, e incluso los sedimentos que le hacen de suelo pueden tener su cronología, su genealogía de hechos, cohechos, acciones y coacciones. En un avanzar y un retroceder, se cumplen 25 años de uno de los atentados más graves sobre una entidad que representaba a un credo y a una comunidad, la judía. En 1994, volaba la sede de la AMIA, en Buenos Aires, Argentina. Un país que sin tener del todo claras las normas y conductas de los foráneos. Con una tonada que delata la influencia italiana, y un balance con la madre patria, España. Se volvió un lugar de absorción para todas las nacionalidades, etnias y religiones. Y es el mismo país en que si no me equivoco hay tal libertad de culto que juntando unas pocas personas se puede crear una religión que adore al Lucifer que más le plazca o calificar como candidato de ultraderecha. Las contradicciones se dan siempre, porque la vida es contradicción. Nadie resiste lo que llaman acorde con la época “prueba de archivo”. El más cuidadoso y escrupuloso defensor de lo que él entiende como una verdad va a dar algún paso en falso. Es que se trata de una persona, y la perfección no es un adjetivo real que se nos pueda adjudicar. En todo caso queda como ideal, al igual que la justicia. Las palabras tienen un tiempo de resistencia, inervan, pueden cambiar de sentido, alimentar parásitos de academias que realmente no se sabe para qué sirven. Pero bien, creo que era el escritor uruguayo Mario Benedetti el que decía que “el olvido está lleno de memoria”, además de dar virtud a la fealdad. Tal vez sólo con eso sin importar si accede al bronce o no, quedó para siempre. Abelardo Castillo sostenía que quien aporta dos o tres ideas, es un genio. Yo no creo en lo que se entiende por genio, tampoco de los aportes nuevos de ideas, a no ser las viejas recicladas en un tiempo presente. Pero siempre en mi caso no puedo hacer otra cosa que coincidir con la esencia de lo que dice Castillo: que sería si traes algo nuevo son ideas nuevas, aunque sean dos o tres. Se le puede dar una coyuntura legal a estos planteos si se trata de ser autoconsciente y no pierden la menor esencia.
Para los que frecuentan material de lectura filosófico la ultra trillada frase que se aísla de Sartre “el infierno es el otro”, no es literal. Tiene un significado mucho más profundo y complejo que se descontextualiza. El problema es que la realidad también se puede segmentar y descontextualizar. Y con eso deshilvanarse de su significado. Muchos medios, muchas historias se alimentan de sangre y crear mitos, cual licántropos delirantes.

La identidad son los hijos, y los hijos a la vez el futuro. Las distintas entidades encargadas de estas cuestiones, como las Abuelas de Plaza de Mayo, se encargaron desde su lugar de mantener esta compostura de una vista al mismo. También las que intentan integrar a la sociedad que son muchas, sean de dependencia gubernamental o sin fines de lucro. Todos nacemos de padres, y una postura nihilista (de no creer en nada) sólo puede darse en la teoría nietzscheana. La verdad es que todos estamos condicionados a algo, y también en esta forma hay una inevitable dependencia. En este país, el mismo que mostró madurez en ciertas acciones que lo ponen al mismo nivel de reacción y reflejos de las más destacadas democracias del mundo. El punto flaco tal vez esté en una cuestión de interpretación semántica, de significado. Dado que todo texto, incluso el que intenta o anhela al menos ser el más preciso, va a tener tantas lecturas como lectores. Todas van a ser distintas, e incluso variables en los mismos lectores.  Y de vuelta se puede inferir que las malas lecturas o visiones de la realidad, carentes de conciencia social e individual suelen citar accionares de democracias como representativos de un solo emisor, y resulta que todos somos fuentes. “La comedia es igual a tragedia más tiempo” resulta una frase imbatible. De las pocas, que le hacen prueba permanente al tiempo. En este caso se puede dejar de lado al autor que se pierde en las nieblas del tiempo y también de la cultura occidental, dado que no tiene ya un nombre claro, pero sin embargo seguimos siendo sus personajes. Y los personajes son el resultado de cien mil búsquedas entre miles de millones. De obsesiones, silencios, versiones trastocadas, odios, atracciones, etc. Muchas veces se suele elegir un personaje para expresar exactamente lo que se odia.




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