El nuevo gotico americano. Adriana Santa Cruz



Stephen King


Adriana Santa Cruz

Hablar de Stephen King (Portland, Maine, 1947) es resignarse a tocar solo algunos aspectos de su obra y de su estilo, debido a la enorme cantidad de novelas, cuentos, guiones para cine y ensayos que escribió. Es considerado desde hace ya casi tres décadas el rey del género del terror, aunque también abordó el realismo, el suspenso, e incluso la ciencia ficción. Dentro de esta última, encontramos novelas como The Stand (La danza de la muerte), publicada en 1978 y reeditada en 1990 en una versión ampliada, y The Running Man (El fugitivo, 1982), entre otras.

Además de las obras que firmó con su nombre, escribió The Talisman (El talismán), realizada conjuntamente con Peter Straub, seis libros bajo el seudónimo de Richard Bachman y una historia corta bajo el nombre John Swithen, The Fifth Quarter. En cualquiera de sus creaciones, sin embargo, encontramos ciertos toques distintivos que lo identifican: un marcado realismo y un profundo retrato psicológico de los personajes.

También realizó guiones de películas y de miniseries para televisión, capítulos de series y adaptaciones. Asimismo, hay una considerable lista de filmes que son continuaciones de otros basados en libros o en cuentos suyos, pero que no fueron escritos por él. En varios, ya sea en cine o en televisión, hizo pequeñas apariciones como actor (lo que en la jerga cinematográfica se llama cameo). Por último, algunas novelas como Misery fueron llevadas al teatro e incluso hay un musical de Carrie.

Hacer una lista únicamente de las novelas y de los cuentos del autor sorprendería a más de uno que no esté familiarizado con la obra de King. Solo mencionaremos algunas que, además, fueron llevadas al cine: Carrie (1974), Salems Lot (La hora del vampiro, 1975), The Shining (El resplandor, 1977), The Stand (La danza de la muerte, 1978), The Dead Zone (La zona muerta, 1979), Cujo (1981), Christine (1983), Pet Sematary (Cementerio de animales, 1983), IT (1986), Misery (1987), The Tommyknockers (Los Tommyknockers, 1987), Insomnia (1994), y la lista sigue hasta Mile 81, publicada en 2011 solo en formato de libro electrónico.

En el comienzo fue Carrie

Stephen King es el mayor representante del nuevo gótico americano. Con la publicación de Carrie en 1974, los críticos señalan que recreó el género que nace en el siglo XVIII y que tiene su esplendor en el XIX golpeando en un estrato profundo de la psiquis en la posguerra americana. Es que este gótico, como gran parte de la literatura norteamericana, sirve para expiar los pecados raciales, sexuales, industriales y económicos de toda la sociedad del norte. Es así como el éxito de este autor no radicaría tanto en su presentación de monstruos y de fantasmas, sino en que, en última instancia, está escribiendo sobre los americanos: de lo que tienen y de lo que carecen.

A menudo se ha comparado a Stephen King con Charles Dickens, el escritor inglés, en cuanto a popularidad y a su pintura de la sociedad. Sin embargo, Peter Straub, el ocasional colaborador del autor, considera que esta comparación puede ser un arma de doble filo porque la popularidad suele acarrear cierto desprecio que, en este caso, es absolutamente injusto puesto que es un novelista altamente talentoso que nació con un instinto para la narrativa, una gran inteligencia, una penetración en sus compañeros seres humanos y una imaginación visionaria, que a menudo no se observan. Más allá de este elogio, es cierto que King siente especial atracción por el horror por encima de otras motivaciones. Él mismo declara como un objetivo suyo el aterrorizar al lector a como dé lugar, incluso recurriendo a lo vulgar.

En esta presencia de lo vulgar, es donde King se separa de Edgar Allan Poe y de H.P. Lovecraft, maestros del gótico norteamericano. Evidentemente, hay mucho de estos autores en el escritor de Portland y para el atento lector de esos maestros, la intertextualidad aparece en forma constante ya sea por algunas frases casi calcadas de Poe, por el recurso de conectar las historias de los diferentes libros tal como hacía Lovecraft o simplemente por poner especial atención en la creación de atmósferas. Por supuesto, los ruidos inexplicables, los personajes extraños, las casas con historias malditas, el tema del doble, los cementerios, las pesadillas, las alucinaciones nos remiten a un género que nace con El castillo de Otranto (1765) de Horace Walpole. Sin embargo, lo vulgar, como dijimos, se aleja del gótico tradicional en el que conviven la belleza y el terror.

El gótico americano de King es mucho más burgués y crea un producto que, en última instancia, es para consumo masivo. Gracias a su popularidad, ingresa en la cultura pop legítima y se transforma en el representante del terror durante los 70 y los 80. En este sentido, algunos llegan a hablar de un horror moderno a.K. y d.K, antes de King y después de King.

De inmediato llegaron las películas

En un intento por explicar el enorme éxito de las novelas de Stephen King, se podría argumentar sobre la naturalidad con la que introduce criaturas terroríficas y elementos sobrenaturales en ambientes y situaciones cotidianas. Si bien es verdad que sus argumentos son mucho más variados que los de otros autores de best sellers, hay que decir que, además, tuvo la fortuna de que las dos primeras adaptaciones de sus obras al cine las llevaran a cabo dos directores geniales: Brian de Palma y Stanley Kubrick. A pesar de lo discutidas que fueron tanto esas adaptaciones como otras y también las novelas en las que estaban basadas, y a pesar del desprecio que el cine de terror ha tenido siempre entre buena parte de la crítica y de cierto público, la repercusión de Carrie y de El resplandor hizo que King se convirtiera rápidamente en uno de los escritores más comentados por la prensa, en una referencia para el género, y en una auténtica veta casi inacabable para Hollywood, así como lo fue Philip Dick en la ciencia ficción.

Volviendo al tema de la crítica, muchos afirman con total seguridad que el hecho de que tantas obras de King hayan sido llevadas al cine es una de las causas de que no figure en el podio de los grandes escritores. Incluso algunos van más lejos. Frente al éxito de alguna de las adaptaciones para el cine, siempre hay alguien más normalmente un guionista o un director que merece ser premiado con los halagos: Stand by Me, Misery, The Shawshank Redemption, The Dead Zone, Carrie, la miniserie de The Stand fueron alabadas porque, supuestamente, sus directores lograron superar la mediocridad del autor y transformaron sus textos en algo especial. Como anécdota de sus películas, podemos mencionar el que Kathy Bates la excelente actriz que fue la protagonista femenina de Misery recibió el único Oscar que un intérprete haya ganado por una adaptación de King. Y si de interpretaciones se trata, hubo otros grandes actores o actrices que merecen destacarse dentro de la filmografía del autor: Sissy Spacek (Carrie), Jack Nicholson (El resplandor), Peter Horton, Linda Hamilton (Los chicos del maíz), Christopher Walken, Martin Sheen (La zona muerta), James Caan (Misery), para mencionar solo algunos.

¿Es King un buen escritor?

En 1997 Stephen King dejó la que había sido su editora por largo tiempo, Viking, y su mudanza a Simon & Schuster fue altamente publicitada. El resultado no fue simplemente monetario, sino de credibilidad en el circuito comercial: después de más de dos décadas como el principal novelista de horror del mundo, el autor quiso el respeto de la crítica también. La publicación de los best sellers Bag of Bones (Un Saco de Huesos, 1998) y The Girl Who Loved Tom Gordon (La chica que amaba a Tom Gordon, 2000) involucró no sólo un refinamiento de la prosa de King y de sus temas, sino también de su imagen literaria.

Muchas de sus novelas de los noventa Geralds game (El juego de Gerald), Dolores Claiborne, Rose Madder (El retrato de Rose Madder) tratan convincente y conmovedoramente de mujeres que huyen de hombres abusivos, es decir, encarnan temas de mayor profundidad; es más, sus últimas historias aparecieron en diarios como The New Yorker y Antaeus.

En 1996, King ganó el premio O. Henry Award por su historia, The Man in the Black Suit, y en 2003, fue honrado con el premio a la trayectoria de National Book Awards, lo que causó cierto revuelo entre la comunidad literaria, especialmente de parte del crítico literario Harold Bloom que afirmó: Cientos de miles de estudiantes americanos, que no leerán nada más que lo que les es asignado, devoran a King regularmente… No debemos engañarnos a nosotros mismos: el triunfo del genial King es un gran emblema de las fallas de la educación americana.

Es que cientos de millones de libros impresos, docenas de best sellers, tres generaciones de fanáticos, unas cuantas adaptaciones al cine, y una identificación inseparable con el género de terror al que King transformó en una verdadera atracción de masas parecieran no alcanzar para subirlo a la torre de marfil de los grandes escritores o para, al menos, defenderlo literariamente.

Hay un discreto grupo de críticos que creen que merece ubicarse en la categoría de artista. Los argumentos se basan en su manejo del lenguaje, la exploración psicológica de los personajes, algunos experimentos con el género narrativo y, especialmente, su vasta obra que, seguramente, sobrevivirá a través de los años. Sus novelas nos presentan personajes complejos, con traumas y dolores verdaderos, con vidas ricas y con las contradicciones propias de cualquier ser humano. Su narrativa utiliza ciertos recursos propios de la novela moderna como son las rupturas temporales, el fluir de la conciencia, el diálogo casi a la manera teatral.

No obstante lo anterior, lo que hace que King sea un buen escritor es la creación de historias. Es un verdadero genio de la trama, y ahí radica su singularidad. Muchos críticos hicieron oír sus quejas acerca de la poca inventiva e imaginación de los escritores modernos en lo que se refiere a su capacidad de generar intrigas: o son muy previsibles o intentan ser tan originales que naufragan en un mar de confusión. El autor norteamericano no tiene ninguno de esos dos problemas, conoce los resortes que están detrás del buen narrador.

Argumentos poco originales como el de The Tommyknockers o el de Dreamcatcherencuentran una fuerza que solo les imprime una historia bien contada. La crítica podrá burlarse de sus recursos para generar terror, pero no puede cuestionarle su talento al contar. Cuando Borges, en el prólogo a La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares, contraponía la novela psicológica a la de peripecias o de aventuras, alababa la segunda porque no se propone como una transcripción de la realidad: es un objeto artificial que no sufre ninguna parte injustificada. De esta manera, el autor argentino elogiaba la primacía de la trama, y esto es también lo que elogiamos aquellos que disfrutamos con una novela de Stephen King.

Y si lo anterior no alcanza para rebatir las críticas de los más escépticos, recordemos que la buena literatura también lo es en cuanto trata los temas que atañen a todos los hombres en todas las épocas: el bien contra el mal, la vida contra la muerte, el amor contra el odio, etc. Todas y cada una de las novelas de King tratan estos temas clásicos. Él escribe sobre la familia y el pasado, las relaciones humanas, la alienación, la educación, siempre con una preferencia por la unión entre tragedia y horror. Invariablemente, está presente el destino que enfrenta al hombre con la desgracia, al hombre contra otros hombres o contra el mundo.

Es indudable que en el futuro King estará al lado de otros grandes escritores del género como Bram Stoker, Mary Shelley, Joseph Sheridan Le Fanu o Robert Bloch, por ejemplo. Discutir si lo que hace es o no literatura es inútil. Tal vez, debiéramos plantearnos si integrar el canon literario es la vara con que hay que medir a un autor o si, por el contrario, cada autor encierra sus propios valores como para ser considerado un buen escritor. Es muy probable que pertenecer a la torre de marfil no haya sido el objetivo de King, y definitivamente lo celebramos.



Fuente: Leedor




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