La errante. Alejandro Leibowich


Peter Lorre. "M"el vampiro de Düsseldorf. Fritz Lang

“Nadie es una isla por completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de un continente, una parte de la Tierra. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; por eso la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por tanto, nunca preguntes por quién doblan las campanas, porque están doblando por ti”.


John Donne


“una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo


la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos”


Alejandra Pizarnik


“Jaja, sí. Ahora ustedes hablan mucho de amebas y animales unicelulares, todo simple, pero contar tu historia nada simple es, es intentar justificarte, nene”.


La errante


Alejandro Leibowich

El humo enrarecido se había envilecido porque no sabía dónde estábamos, él tiene que vivir en algún lugar, necesita de un medio para manifestarse. María recordaba sus pies, sus diez dedos todos (de los veinte sumaba el total), no sé si habría reciprocidad plantar. Se despegaban con intermitencias de…  “Era el suelo, era el suelo”, (¿como despegar un sticker y volver a pegarlo?). Abel no abrió la boca. La noche pasada en su habitación de alquiler de Villa Devoto se le apareció Cristo, su Jesús personal “Personal Jesus, helps you”. Le dijo que no tenga miedo, que lo deje acercarse: “vengo a ayudarte, he muerto por tí y por todos los pecadores”. Contaba el buen Abelito que le extendió las manos de manera franca, justo a él tan temeroso de los apocalipsis y del cuarto jinete de Bierce. La epifanía las giró y mostró sus palmas que desnudas, curva de la vida mediante, mostraban heridas invisibles que empezaron a sangrar, en una hemorragia de hemofilia divina. El centro del monoambiente tenía una alfombra, que de pronto comenzó a ebullir en llamas. “Estaba en el suelo, era el suelo”. ¿Quién daría crédito a tanta efervescencia ígnea? Tendríamos que salir de ahí. “Vos que siempre decís cosas sensatas, me tenés que ayudar”. Alguien dijo eso, pero yo no creo ser sensato ni mucho menos. Final mente encontramos una puerta de servicio, decía “salida en casos de emergencia”. María siempre se volvía susceptible en extremo “tengo corazón de abuelita”, sobretodo en este caso de situaciones. Los radares nacían en sus poros, privados, secretos, habitados de demonios sulfurados y crecían hasta el cielo desde su piel. Exudaba, que es una forma de respiración anaerobia. Había sido abusada en Madrid en una noche perdida, de un pasadizo perdido, por un conductor semiebrio. “Creeme, creeme, nos persiguen, nos persiguen”. En España había un juicio pendiente que pendía sobre la microcefalia del tipejo. María se reía nerviosa: ¿Y vos me crees? ¿Me crees? Si tu cuerpo lo cree y lo sabe, yo te creo. Si eso sirve de algo, claro.
Los pasillos estaban llenos de espejos inexplicables (todos los son) que nos reflejaban en movimiento desde todas las direcciones, dimensiones y deformaciones posibles. Alina era la novia de Abel, y lo esperaba en algún final. Final, y el final pasando la metálica puerta negra. “¿Y vos sabés lo que es el dolor, realmente sabés lo que es sufrir?”. María arrojaba palabras y las convertía en navajas, afilaba su lengua en la velocidad, te tajeaba la humanidad mientras apurábamos el paso a pesar de nuestro peso mortal. Alina estaría tomando algo, ni idea, alguno de esos refrescos speed que prometen superpoderes. Desconocer una situación es estar ajeno, resultaría otra estación en esta dimensión de quimeras. También resulta una forma de poder, porque el que desconoce desconoce también el error, no puede equivocarse. “Cuando yo tomo pierdo el control, no me tranquilizo, me vuelvo rara, como que no siento el cuerpo”. El estar ciego es un privilegio de turno, pero más que todo para los desahuciados de espíritu. El tipo en el escenario seguía cantando, y de su cuello debía colgar la guitarra. Últimamente le gustaban las Telecaster. “Me gusta lo rural, lo sureño”. Actualmente en un pedal podés tener la “fórmula de un sonido, de un estilo”, en un manual te pueden enseñar a comportarte. En un sueño se te puede aparecer Greta Garbo envuelta en una empanada de microchips coreanos y enunciarte una fórmula de física cuántica que resuelva todos los problemas del universo.
La cuestión básica es que nada se ve, estamos muy alto, demasiado, se nos acaba la biosfera. “¿Y?, ¿qué me hablaban de suelos? Necesito una redención. En la heladera tengo una jarra con agua bendita, además en la mesita de luz voy a poner una estampita de la virgen, se llama como vos, María”. Alguien se llamaba como alguien, sin importar quién fue primero y quién hizo a quién. “Ustedes están paranoicos, ¿qué ponen esas caripelas? ¡Abel, estás más pálido que la luna!”. María no podía evitar llorar, lloraba y no había razón, no había motivo lógico. Pero la maquinaria emocional resulta autónoma, y tiene sus propios motivos. El silencio a veces sirve de companía, a veces de vacío, u olvido. Vamos a acompañarla dije con un abrazo que no dijo nada. Una cosa es el pensamiento y la otra la acción. 
La casa de María estaba a tres cuadras, sorteando las puertas, permiso y llave mediante (santo y seña), casi todo estaba destrozado por sus mascotas (dos gatos y un perro). Sofá, vasos, tazas y botellas tapizaban un suelo amenazante si no usabas calzado. De todos modos desde el aire no se ve. Quién podía evadir las penumbras (había una sola lámpara menguante), no caer ni tropezar con las sillas en una carrera de obstáculos, no sería un “gallo ciego”. ¿Tendré varias vidas, como en los videojuegos? ¿Al menos tres? “No, pero eso no es para mí”.
Volvemos al instante de inicio, a la sintonía fina del recuerdo primario, las primeras huellas en la mente, las marcas dactilares. “Y yo estaba ahí, yo”. María tenía dos relojes, uno decía las horas, el otro los minutos, y me pedía que cuente los segundos… “No podés, no podés”. Por favor, no puedo contar los segundos, y tampoco quiero.
Un lugar abierto, un campo, césped podado hace horas, gente haciendo... no sé qué hacen, y no me importa. “Ése no tiene pupilas, ¿no te das cuenta?, miralo”. Bien, las luces se habían muerto en el cielo, pero ahora el que hablaba era el mismo el aire, el que no ve, porque no puede. La más diva, la estrella, estaba volviéndose difusa, poco a poco pasaban los días, meses, años, milenios, hipertiempo hecho luz. “Cuadriles infinitos nutrieron la noche de los dioses. Eran las Bacanales. Si los enemigos eran inteligentes, se hacía estofado de cerebros, si eran veloces se asaban sus pies. Se afincaron en la cuerda más añeja de lo serrano, en la madriguera más obtusa. Comimos opíparamente y los estómagos no existían. Aunque teníamos cuatro, como las vacas (en realidad es uno)". Todo tipo de animismo me resulta una imbecilidad “importante”: el sueño imposible de apoderarse del otro. Abelito, estás muy mal. Sonrío, Sonríe y creo que le corre un sudor frío por las sienes. Pobre tipo, Pobre María, Pobre yo, Pobres todos. De la nada un sujeto se cuelga del cuello de María, la escaramuza resulta inevitable y relacionada con sus senos. “Si te muestra las tetas es para que aceptes sus ideas”. Termina en una pérdida de piezas dentarias para desgracia del ignoto y futura alegría de algún odontólogo. “Te quiero hablar a vos, a vos, vos hablás con otras palabras”. ¿Yo? “Soy el aire, te estoy hablando. Dejá de pensar un poco en María, prestame atención, no soy tan poco, no soy tan nada, incluso me debés la vida, sin mí no podrías ni respirar…”
María hacía cosas que no quiero reproducir con palabras, habrá que mirar para otro lado cuando la emergencia surge en la supervivencia y madre de alguna satisfación. De golpe estaba en el suelo. Cayó, cayó, y no tiene pies de barro. “Tomale el pulso, vos sabés, ¡hacé algo!” Yo sé… ¿qué es lo que sé? Parecía tener pulso blando, también hipotensión, dentro de todo era “normal”. ¿El suelo pensaría lo mismo (parecía latir)? ¿ahí con todo ese pasto recién cortado? Sí, le sacamos el cero y contamos de nuevo… No, a María no le va a pasar nada. ¿Qué querés? ¿acuchillarla con una inyección de adrenalina directa al corazón para resucitarla? Estás viendo demasiado a Tarantino. “Te dije que te estaba hablando, soy el aire, no podés ignorarme así”.
Bueno, hay que entenderlo a Abel, hace dos semanas en las afueras mataron a sangre fría a toda su familia: dos hermanos, madre, padre. No puede dormir, sueña con pintar, tiene unas tremendas ojeras y no puede parar, y eso que está pisando suelo. Ahora detesta el color rojo, dice que porque chorrea. “No puedo mirar televisión, no tolero nada, no me hablen de computadoras y todo eso”. En breve tendría que ir al juzgado a declarar por esa cuestión. Comisaría tercera, hablar con Menéndez... "Quiero aprender a tocar el Claro de Luna de Debussy en un piano blanco, aunque sea eso y sólo para mí. Estoy pensando cómo sería la habitación, le voy a hacer una. Cómo elegiría el papel, la edición (Barenreiter), las notas. No sé leer rápido, me falta estudiar. Alina no me tolera algunas cosas. El otro día me tiró con agua caliente. Alina escuchaba todo, escuchaba demasiado la ‘pequeña foca’”. ‘Ocarina’ se movía de manera imperceptible cuando quería, y con su niveles agudos terminaba adueñandose de todo. Esa noche decidió jugarle una trampa al mismo aire. Y encontró su frecuencia, empezó a sonar, sonar. El aire ensordeció de locura, herido de vanidad, porque un mortal no sólo le hacía frente sino que lo desafiaba en su terreno, en sus dominios. Él daba la vida, ella lo desafiaba. 

Alejandra en algún cuarto que no quedaba en Rosario se abrazaba a su guitarra. “Y no quiero tocar, no voy a tocar. Tocá vos, te voy a mirar, mirar hasta pulverizarte. Como dice la Pizarnik con eso de la rosa. Me voy a apoderar de todos los ritmos, de todos los acordes, de todas las melodías, además de todos tus recuerdos y de toda tu vida. ¿Querés ver fotos de gatos muertos? Las tomé ayer, no pasa nada, es arte... ¿Qué tiene de malo? Después que te quedes sin vida, vamos al bar más cercano y te las paso una a una, las tengo impresas. No confío en lo virtual. Va a ser como cuando te sacan sangre, después con un des ayuno te recuperás (aunque en este caso algunas cosas resultarían distintas). María también va a ser mía, todos lo serán. Al fin y al cabo yo soy el aire. Aunque me preocupa Alina, me hace frente. Abelito me da lástima, debés ser muy bueno para aguantarlo, de todos modos no te perdono”. Además el aire no tenía pupilas. Todo es Iris. Todo. “Me gusta el color azul… aunque de noche, claro, debe ser más oscuro”.


El pueblo maldito. John Carpenter



No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.