¿Para qué ansiamos la perfección? Francesca Prince



Grace Kelly y James Stewart. Rear Window de Alfred Hitchcock




Francesca Prince

Hoy en día, la máxima aspiración consiste en convertirnos en seres perfectos: el profesional más competente, el padre irreprochable, el amante ideal, el ciudadano mejor informado. Debemos tener un sólido proyecto de vida, conseguir pleno desarrollo personal y alcanzar el éxito. Y algunos lo pretenden incluso sin hacer ningún esfuerzo. ¿De dónde nos viene esa sed continua de progresar?
La filosofía occidental nos lo dicta sin paliativos: debemos salir de la oscuridad para elevarnos a la luz (Platón). Sin embargo, el pensamiento oriental nos ofrece un punto de vista diferente que quizás puede ayudarnos a relajar la presión de nuestras encumbradas expectativas.

Platón y el mundo ideal


La idea de perfeccionamiento -como de tantos otros conceptos que hemos asimilado- proviene de Platón. Para explicarlo, hay que remitirse a la "Teoría de las Ideas".

Para Platón existen dos mundos: el sensible y el inteligible. El primero, aquí abajo, está poblado por las cosas tangibles; el segundo se encuentra en el cielo donde viven las esencias o ideas. Todo lo que ves, sientes, percibes en el mundo de los sensible tiene una esencia correspondiente. Tomemos el ejemplo de un jarrón: podemos afirmar que es bello únicamente porque existe una idea o esencia de la belleza. Nada en la realidad se escapa a este esquema: un acto te parecerá de cobardía o al contrario, valiente porque hay una esencia de la valentía.
  Con los sentidos captamos lo concreto; las esencias, en cambio, son intangibles y sólo son entendidas por la razón. El hombre ha contemplado en otro tiempo las Ideas, pero después cayó en el dominio de los sentidos. Platón nos cuenta que como seres superiores debemos volver al mundo de las ideas. ¿Cómo? Gracias a la dialéctica, la filosofía.

Alcanzar la belleza


En "El banquete", Platón nos describe esta progresión del alma. La obra relata un festín en el que los personajes debaten sobre el amor: Sócrates -el más sabio- explica su teoría a los presentes: al principio, un cuerpo bello te atrae, a partir de ahí, sentirás atracción por otros físicos bellos. A continuación, considerarás que "la belleza del alma es más valiosa que la de los cuerpos"; de ahí te fijarás en los objetos del alma y "la belleza existente en las acciones y las leyes"; en un nivel superior, descubrirás las ciencias, "reconociendo su belleza".

  Orientado ya hacia el "océano de la belleza y contemplando sus múltiples aspectos" serás capaz de llegar a la ciencia única, la que nos permite contemplar la Idea de Belleza como tal. Platón nos explica que esta esencia es "simple y eterna" y de ella "participan todas las demás cosas bellas".
Únicamente elevándonos nuestra vida tendrá sentido, visto que "si la vida merece la pena ser vivida, (...) consiste en este momento en que el hombre contempla la belleza en sí".
  Lo que nos interesa aquí es ver cómo la idea de mejoría y ascenso, ha marcado el pensamiento occidental: aspiramos siempre a más.
  La noción de perfeccionamiento, lleva implícita la de progreso, un concepto también muy arraigado en nuestra cultura y que caracteriza el Siglo de las Luces.

Ilustrados y Positivistas


Para los ilustrados, el hombre ha reencontrado su camino tras un período de oscuridad. El 1780, Imanuel Kant afirma que "la ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de un entendimiento sin la guía del otro".

Según el filósofo alemán, debemos empezar de nuevo y analizar todo mediante nuestra razón, sin dejarnos influir por los dogmas y prejuicios. Sólo así el hombre volverá a ser adulto y autónomo.
  El deseo de superar el pasado, analizar el presente para mejorar el futuro, es la esencia misma del progreso. El progreso es comparable al desarrollo de un embrión, declara el positivista Herbert Spencer (1820-1903): un elemento sencillo se transforma en un ser complejo y heterogéneo. "Desde los primeros cambios cósmicos que pueden señalarse hasta los últimos resultados de la civilización, hallamos que la transformación de lo homogéneo en lo heterogéneo es en lo que consiste esencialmente el progreso", añade.

Dualidad y fluidez


El concepto de perfección implica a la vez su opuesto: la no-perfección. Una vez más fue Platón quien introdujo la división en categorías contrarias: según él -y muchos otros después-, la apariencia se contrapone a la esencia, la oscuridad a la luz, lo feo a lo bello.

  Así, para evolucionar en nuestra vida, debemos superar los pares negativos (enfermedad, ira, fealdad, gordura, pobreza) y avanzar hacia lo mejor (salud, serenidad, belleza, esbeltez, riqueza). Sin embargo, no siempre somos capaces de ver el lado positivo de las cosas.
  Entonces, ¿no sería más sensato aceptar la realidad tal y como es, con sus luces, sus sombras y sus claroscuros? Lo más razonable sería entender que lo bueno y lo malo, o lo puro y lo impuro, son aspectos de una misma realidad y que el tiempo no es esa línea ascendente que habíamos imaginado. El pensamiento venido de Oriente puede despejarnos algunas de estas dudas.

El camino del Tao


El taoísmo es una corriente filosófica basada en Tao Te Ching, cuyo supuesto autor, Lao-Tze, vivió en la China del siglo VI a.C. Según el taoísmo, en el universo existen dos fuerzas. El yin y el yang. El yin representa lo femenino, la oscuridad o el frío. El yang, lo contrario: lo masculino, la luz, el calor. Aunque aparentemente opuestos, los extremos se complementan: nada es completamente yin o yang. Todo elemento en la naturaleza encierra una parte yin y otra yang, unidas en un principio único. Por ejemplo, el bien en estado puro no existe; sólo reconocemos el bien en comparación con el mal. Como el yin y el yang se encuentran en equilibrio constante, el Tao como tal nunca podrá ser alcanzado. De ahí que el Tao es el camino, no la meta. El taoísta busca la superación personal y colectiva en base a la mutación perpetua que enseña el Tao. El objetivo del Tao es enseñar al hombre a integrarse en la naturaleza, enseñarle a fluir.

  En cierto modo, podemos sentirnos aliviados: Platón afirmaba que debemos salir de la oscuridad para elevarnos hacia la luz, con el "deber" de no recaer; en el yin-yang, en cambio, luz y oscuridad, perfección e imperfección, están en constante fusión. La progresión no se hace descartando lo negativo (o lo que nosotros consideramos como negativo), sino incluyendo los elementos de la realidad. Un proceso en el que podríamos emplear toda la vida. Y en efecto, "el taoísmo es una manera de ser y de actuar, un modo de ver la realidad y estar mejor con el mundo".

Heráclito y la armonía


De vuelta a Occidente, en una época anterior a Platón, Heráclito de Éfeso (544-484 aprox.) describía también la estructura contradictoria del universo. En su estilo enigmático afirma que "la enfermedad hace agradable la salud; el hambre la saciedad; la fatiga el reposo. Y también que no hay separación real, visto que "como en una misma cosa se dan en nosotros vivo y muerto, despierto y dormido, joven y viejo". Es una cura de humildad.

  Esta cohesión se debe al logos, una Razón universal que todo lo contiene; es eterna e inmutable. "indiferente es principio y fin en el contorno de un círculo".
  Si nos atenemos a Heráclito y a las corrientes orientales, en el mundo todo fluye, no hay opuestos. Perfección e imperfección se funden un conjunto armónico. La plenitud del hombre -se basa en la comprensión de este principio elemental: sólo existe la unidad.
  Sobre el papel la idea funciona, pero si queremos poner manos a la obra, la cuestión se complica. Pero la filosofía práctica no prescribe métodos; se dirige a nuestra razón y nos ayuda a cuestionarnos. Cuestionarse ya es ponerse en movimiento. Y todo cambio de actitud, individual o colectivo, corresponde a un cambio de mentalidad. Filosofar se resume a eso: aprender a escuchar, avanzar mientras nos seguimos haciendo preguntas. Tal vez eso nos lleve a descubrir la unidad...y quizás a seguir indagando. Porque como afirmaba Sócrates: "una vida sin examen, no merece ser vivida". Quizás no sea lo perfecto pero nos vale.






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