"El humo le dañaba los ojos, la realidad también". Carolina Diez



Daria Zaritskaya

Carolina Diez

El humo le dañaba los ojos. La realidad, también. La voz a su derecha no paraba de hablar, ella seguía sin oír. Su atención estaba centrada en ese individuo del otro lado del salón. Desde que llegó, estaba sentado en un sillón, a veces hablando solo. Ahora está junto a la ventana, mirando hacia fuera, como si estuviera viendo una película, con ojos brillantes y emocionados, como si se estuviera por ir al otro lado. Y la voz a su derecha sigue hablando. Carla quería huir. Si hubiese podido hacerlo, es decir, si hubiese sido menos tímida, habría corrido hasta la puerta con aquél desconocido para alejarse de ese recinto inmundo al que llegó prácticamente sin darse cuenta. Si mal no recordaba, unas amigas la había invitado a una fiesta, le dieron la dirección y le dijeron que la diversión estaba asegurada. Hasta ahora, sólo había borrachos y alcohol y, aunque Carla no era muy amante de él, hizo una excepción y tomó desde que llegó, más o menos desde que esa voz a su derecha empezó a hablar. Se volteó, por fin, y descubrió que el tipo a su lado estaba hablando con ella. Lo observó durante algunos instantes: la nariz enrojecida por la cerveza que menguaba en su vaso; los ojos desorientados, por lo mismo o por su estupidez innata, eso no tiene importancia; su voz burbujeante, con saliva atorada por todas partes y ese aliento insoportable a cigarrillos negros le revolvió el estómago. Pero también le causó una gracia terrible. El tipo se calló por fin para mirarla a los ojos y Carla no pudo contener su risa: primero se cubrió la boca, después subió el volumen y por último se le rió en la cara sin el más mínimo respeto. Por fortuna, logró ofenderlo lo suficiente para que se parara al fin y se alejara de ella de una vez por todas, dejando tras de sí un poderoso insulto flotando en el aire, que ella no escuchó, por supuesto. Rió un rato más, hasta que empezó a sentirse mareada y descubrió que su vaso estaba vacío. Con esfuerzo se levantó de la silla y fue hasta la cocina.

Había un tipo armando tragos de muchos colores, con un cigarrillo entre los labios, tenía la cara ensangrentada, la piel pálida y muerta, los ojos vacíos. Carla sacudió la cabeza y pensó que el alcohol estaba actuando en su sangre de una forma no muy agradable. O quizás serían las otras cosas. Se llenó un vaso con una bebida oscura y volvió al salón poblado de humo y sudor intentando olvidar la imagen. Su silla se había ocupado y trató de visualizar algún sector vacío donde fumar un poco y borrar de su mente ese rostro. En ese momento, una sonrisa familiar se cruzó ante ella, sus amigas habían llegado y estaban más que felices. Lo único que Carla sintió al verlas fue desconexión total, pero le alegraba verlas, por lo menos no tendría que estar otra vez junto a algún borracho molesto, o eso creía. Fueron las tres al baño. Odiaba esa costumbre de mujeres, pero Valeria había solicitado su presencia por un motivo más que aceptable. Cuando salió del baño, todo era más comprensible. Ya no se sentía tan aturdida, ahora veía las cosas mejor. No le gustaba, por supuesto, pero veía todo mejor. Valeria se fue a bailar con un tipo alto que parecía menos ebrio que los demás pero no menos excitado. Daniela miraba alrededor buscando otro exponente de ese tipo. Carla quería volar. Caminó entre los cuerpos ensimismados, danzando como si sus pies fueran más allá. La oscuridad se fue disipando, ahora todo se había vuelto una aventura. Tenía que salir a la noche pronto y entender mejor, tenía que volar urgentemente. Abrió la primera puerta en su camino, entró en una habitación con luces rojas, los rostros parecían muertos, pero felices. Drogados y extasiados, en una cama en el extremo, descansaban tres cuerpos con poca ropa. Olor a incienso y a sexo la llamaron. Pero a Carla le resultaba tan triste que no pudo soportar la imagen. Se volteó y una cuna muy blanca, lo único blanco en la habitación, guardaba a un bebé más que dormido. Se acercó para verlo mejor, pero su piel azul la espantó al instante. Trató de abrir la puerta tras ella, pero parecía trabada, parecía que era inmensa y omnipotente, parecía que estaba destinada a morir entre esa gente muerta. Una mano le rozó los glúteos, una mano grande y transpirada. Se dio vuelta y una sonrisa con un diente ausente ocupó toda la escena. Carla gritó y todos se rieron, los cuerpos en la cama, la gente en el suelo alrededor, hasta creyó escuchar la risa maldita de un bebé, pero no quiso mirar. Volvió a probar el picaporte, con el aliento del gigante en su nuca y la puerta cedió automáticamente. Salió desesperada y sintió un inmenso alivio cuando volvió a ver el rostro de Valeria pegado al de un rubio, que no era el mismo con el que estaba hacía un rato.

Daniela no aparecía en su campo de visión, quizás se había dirigido a algún otro cuarto de los tanto que había en esa casa. Carla no estaba segura de querer entrar a otro para ver pero terminó haciéndolo, a falta de una actividad mejor. Abrió la puerta siguiente. El lugar era menos terrible: las luces eran azules, había unos cuantos hippies sentados en ronda, ninguno la miró, por suerte. El ambiente era pacífico, totalmente distinto a los demás. Carla pensó que la gente del salón nada tenía que ver con la de los cuartos. Atrás de las puertas estaban los que deben ocultarse, y entran los que necesitan lo mismo. El incienso era más fuerte, mezclado con otro olor más familiar. Los rostros se asemejaban mucho a los que había visto hacía instantes. No estaba Daniela. Esta vez la puerta no opuso resistencia. El salón era cada vez más gris, cada vez más asfixiante. No vio a Valeria pero por ahora tenía que encontrar a Daniela, aunque no sabía porqué. Pasando el baño, una puerta escondida se asomó. Detrás, un grupo de gente insertándose agujas en las venas la miró con simpatía y le hicieron ademanes de acercarse. Carla dio una rápida mirada alrededor, no encontró a Daniela pero uno de los rostros la miraba con ojos perfectos. Parecía un ángel maldito, perdido en las tinieblas del infierno, pero con la bondad que se le salía por los poros. Casi se acerca pero el cuarto empezó a darle vueltas y esos ojos perfectos se agrandaron hasta ocuparlo todo, y lo demás no existió por un instante. Se sintió débil y sometida, y eso no le gustaba. Salió corriendo de cuarto. Empujó a la gente que bailaba sudorosa alrededor y creyó ver una sombra negra que se extendía sobre todos; todos que estaban muertos, pálidos, desangrados pero bailando. Lanzó un grito que nadie pareció oír y abrió otra puerta. El rostro alegre de Daniela apareció ante ella, reía con un porro en la boca, reía y la abrazaba como si fuera una loca. La besó en la mejilla, le dio una pitada y se fue bailando y saltando y, de repente, desapareció. Carla corrió tras ella pero no vio más que oscuridad y otros cuerpos aturdidos. Hasta que brilló la puerta. La atravesó con cautela y terror, las puertas ya le daban miedo, pero del otro lado había una familia muy correcta comiendo alrededor de una mesa. En la punta, Carla masticaba con dos colitas adornándole la cabeza. Su padre, muy serio, grita pidiendo las servilletas y su madre se levanta rápidamente a buscarlas. Cuando vuelve a la mesa, el hombre se para de un salto y la golpea ferozmente en la mejilla, Carla sigue comiendo con los ojos fijos en el plato y no quiere mirar mientras su padre golpea una y otra vez a su madre. Carla grita y llora, cierra los ojos y no puede creer que ahora está tirada en una cama y un tipo enorme la está golpeando mientras la viola, y menos puede entender que ella se lo pidió, que ella lo está disfrutando y que eso le da placer. Sus amigas la miran a través del vidrio de una ventana llamándola pero ella las ignora, le pide al otro tipo que cierre bien la puerta y que se acerque. El aliento a droga la inunda y vuelve a gritar, mientras otro puño se estampa contra su rostro, mientras el tipo sigue mirando al otro lado de la calle, mientras el de la cocina se sigue muriendo, mientras en cada cuarto hay fiestas de cadáveres, ella sigue en su propio infierno como todos los que juegan este juego.

Nota: Titulo original "Ktraska".



No hay comentarios

Con la tecnología de Blogger.