"Andante". Carolina Diez




Carolina Diez

Carolina Diez

Espacios V/Hermanastro


El Pato sabía que el pibito iba a armar bardo. Lo conocía de la placita porque ya de mocoso era agitador. Pato ya sabía que era uno de los críos que su padre había plantado por ahí y que era más parecido al viejo que él mismo. Pato era el primogénito oficial pero había más de diez guachos en la cuadra que tenían el perfil de Mandíbula, mientras él había salido con la cara aguileña de la vieja. Sus siete hermanos menores se repartían los genes y los privilegios, él se fue chiquito a defender el búnker de la Mecha. Los del palomar se la tenían jurada desde el vamos, dos o tres veces por semana batían alguna y había que salir a los tiros para frenarlos. Esta vez fue por los techos pero ellos ya estaban preparados. Adentro, los tres soldados apuntaban por el mismo agujero a distintas distancias. Arriba estaba él, parado haciendo de bocina en la esquina cuando los vio venir, el Brian le disparó al que venía por los techos. El Jony tiraba para la cortada, que era donde estaba el resto de los guasos. El Pato mató al pibito que era su hermanastro. El tiro fue directo a la sien. El pibito cayó como una bolsa de papas y no se levantó más. Lo mató de atrás y justo cuando casi  le da a uno del palomar que estaba del otro lado, pero cayó antes. El Pato bajó del techo, se metió con los otros tres y les pidió un saque. Llevaba una mueca congelada de placer cínico, nunca se sintió tan parecido a su viejo.




Andante

Al oeste aún podía ver el último color del atardecer, yendo tras el sol. La llanura se extendía ante él y debía seguir adelante pero la imponente escena merecía detenerse a contemplarla. Decidió sentarse en el mismo lugar donde estaba y comenzó a liarse un cigarrillo casi sin dejar de ver el ocaso que se despedía. Una noche más y tanto camino por andar. Aún tenía tabaco, y eso era todo un privilegio, lo había racionado de la manera más estricta, pero al atardecer se consentía, así como antes del amanecer. Había caminado tanto en el último tiempo que ya no le quedaba recuerdo alguno de su vida antes de empezar a andar, por fortuna. Todo en su memoria eran soles que se iban o venían, estrellas muy prendidas y la suave brisa en su cara. Lo demás, silencio absoluto y oscuridad. Si bien no sabía dónde se encontraba exactamente, sabía muy bien hacia donde tenía que ir: adelante. Tampoco se acordaba muy bien de cómo había decidido emprender el viaje: había sido un episodio extraño de una vida pasada, cubierta en las sombras de lo incierto que fue lo primero que se borró por pedido propio. La vida ya no valía nada entonces. Ahora, sabía que debía caminar siempre adelante, que tenía que contemplar unos segundos de cada amanecer y de cada ocaso, sabía que tenía tiempo de contar las estrellas hasta que se apagasen con el día, pero que no importaba si nunca terminaba de hacerlo porque el tiempo no lo perseguía, lo acompañaba. Había encontrado el verdadero sabor del tabaco en el momento justo, cuando todo lo demás se detenía para que el humo se disipara con la mayor lentitud posible hasta que desaparecía por completo. Había conocido el hambre y la sed desesperadas y casi tangibles. Había tenido las imágenes más bellas y más terribles que nunca hubiera imaginado, y las había disfrutado a todas por igual. Se sentía vivo y en camino, listo para llegar, pero también para seguir buscando. Aunque no supiera qué buscaba, porque se sentía tan bien haciéndolo que el fin no importaba, era una eterna odisea, una ocupación perpetua, una vida entera de algo que hacer. Ahora, mientras fumaba el cigarrillo para despedir al sol, hablaba con alguien, con alguien que no está pero existe. Con alguien que no significa nada pero es todo. Con alguien que a nadie más le importa que a él mismo y, por eso, es perfecto. Hablaba con la parte de él que nunca había estado antes, con la parte más vacía pero más vasta, su parte eterna. Terminó el cigarrillo en el instante mismo en que el último color del atardecer se evaporaba. Se paró, colgó su bolso al hombro y dio media vuelta. Nos vemos en la mañana, le dijo sin palabras a la luz que ya no estaba. El desierto lo rodeaba y no se veía un alma en kilómetros. Sin embargo, todo respiraba, cada partícula de aire lo miraba pasar y cada grano de arena era infinitamente divino. Divinidades que él pisaba sin culpa alguna, porque atravesaba el desierto de la verdad absoluta, en la que no hay nada al lado de uno mismo, más que su propia voz muda.

(2005)


Ansiedades #1


Por fin, sonó el teléfono y le dije, sí, yo te llamé ayer, estaba ansiosa, tenía algo muy importante que decirte y le dije, quería dejarte, quería que terminemos, de verdad, de una vez por todas, quería que no podamos hablar más después, quería preguntarte adónde te alcanzaba las cosas, la ropa, esto dejaste acá, pero no me atendiste, como siempre, y después me olvidé, y cuando te atendí recién, no sé, me dieron ganas de contártelo, porque soy así, viste, re transparente, entonces pensé que ya ni da para pelear, pero ahora que lo pienso vos tampoco sos muy considerado, porque yo te llamé ayer y pasaron más de 24 horas hasta que vos reaccionaste y me llamaste, o sea que si era una emergencia, yo ya podría estar muerta, porque más allá de los desacuerdos, enojos y todo eso, somos humanos, no? Pero a vos te importa todo una mierda, como siempre así que mejor, dejá, no me llamés, no nos llamemos más, hagamos como si nada, hagamos de cuenta que ni yo te llamé, ni vos a mí…. Estaba en la puerta, me di cuenta porque arrancó el auto mientras yo decía esas boludeces, y después mi vecina dijo que se había bajado con unas flores en la mano, y que usó el teléfono bajando del auto, y que se frenó en un momento, ay, pobrecito, era yo, adentro, diciendo cualquiera. Bueno, eso fue hace tres días ya, de ahí directamente me tiré en la cama, ponele que eran las 20 hs, bueno, hasta las 9am que fui al baño estuve ahí, trece horas, recalculando, el televisor prendido en incaa tv, me sentía con más cultura pero como al pedo, se me quedó grabado el temita del aviso de espacio publicitario en el inconsciente, cuando se cortó la señal pude escuchar de fondo grillitos, algunos pajaritos madrugadores y las 13 horas de música relajante con cuencos tibetanos que dejé en yt, combinada, claro, con las que se encargan de alinear los chakras, un poco más cortas, pero como queda automático, siempre estoy alineada, viste…no es que tengo que ir a una clase o a una reunión para alinearme, me puedo alinear en soledad, yo conmigo misma…eso pensaba la primera vez que fui a una meditación guiada, o sea, guiada por una amiga que me dijo, mirá, en esta página encontrás un montón, y me lo mandó por un hang out… bueno, habré hecho unas 230 maso ese mes… 33 veces la de sanación para el hogar, se me morían las plantitas, terrible, después, mucho más tarde, entendí que era el perro del vecino que se cruzaba por el agujero del tapial del fondo. Nunca me mordió, nunca nos vimos a los ojos, pero supe que era él por su olor y ahí dejé esa costumbre sosa de plantar cuando tus manos no son aptas. Ahí dejé todas las semillas guardadas, en una caja que reemplaza a la memoria, en un almanaque que se hunde entre otros papeles y pedazos de pasado escrito. Pero todo eso no se lo dije, no se lo llegaría a decir nunca. Las voces que se enfrentan no hablan de eso, los diálogos mundanos no entienden de eso, los ecos de lo que no se dijo reverberan pudriéndose mientras su música, sus dedos, encuentran otros mundos, en otro lugar, donde mis semillas no encuentran tierra, donde mis dedos no saben cavar. Y le dije, no importa y dijo bueno y colgó y no volvió a llamar de nuevo.






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