Jackie, Dr. Gradus ad Parnassum. Alejandro Leibowich



59, Rue Rivoli

“It's about David, king of Jerusalem succumbing to temptation with Bathsheba. Ultimately, because he fulfilled his physical desires, his kingdom fell apart and his enemies took advantage of him”.
Sting sobre su canción "Mad About You"


Alejandro Leibowich

Había dado dos vueltas a la llave de la puerta de entrada en la casa de la Avenida. ¿Qué son dos vueltas de llave dentro de todo lo que acontece en una mañana? Más aún, ¿qué es un día en toda una maldita vida? ¿Cuánto vale?, ¿cuánto pesa?, ¿cuándo cuesta? ¿La llave simboliza algo, tal vez seguridad? Las mañanas pueden ser imponentes, incluso en una ciudad que no te agrada si tiene algún sentido. Sin contar las variables que son las emociones. Siempre cambian de lugar, nunca están quietas. Somos personas y ya había caminado dos cuadras. Entrar en la fotocopiadora de alguien que murió por cáncer de páncreas a sacar una fotocopia de So What de Miles Davis, era y es un evento más. Era porque Carlos está muerto, su sonrisa ya no existe. Esa sonrisa de comerciante, tan servicial y de ocasión, pero que a veces de verdad era sincera. Era genuina, como ahora es su memoria, que es un poco la mía, desde lo que conozco de él. No es mucho, pero es un poco una sobrevida que le presto.

-¿Seguís con la música? ¿Era bueno el chocolate importado ese que le llevaste a Cecilia?
Una sonrisa rápida sirve de respuesta, aunque en realidad es una mueca. Sin embargo no sé, Ceci era una idea en él, no la conocía. ¿Qué estaría haciendo ahora la tana? Era tal vez una de las mejores personas que conocía en este mundo.

-¿Martín, no viste dónde dejé los anteojos, no veo nada sin ellos, soy rechicata?

-No, ni idea Cecilia. -decía su hermano desde detrás de un diario, y preparándose para ir a la facultad. En dos materias se recibía, en dos.

El auto estaba estacionado en la puerta, sólo lo manejaba él. Solía venir un amigo suyo a comer por las noches. Había mucho ruido de platos y cubiertos. Ceci se empezó a vestir en el mood más top romano. Usaba sus ojos rodeados de resaltador, eran tremendos y expresivos. Brillaban de lucidez. Se estaba volviendo obsesiva y creo que pensaba que era culpa del nuevo pupilo que le habían dejado a cargo, o sea yo. Es cierto, puedo alimentarme con electricidad, pero no se nota, de verdad soy tranquilo.
Sólo tres personas sabíamos de que ella usaba lentes de contacto. Pareciera resultar algo trivial pero para ella era muy importante. Su madre, su hermano y bueno, yo. Más yo, pero debo ir último. En la gradación mancomu nada de famiglia en esa vida, pierdo la pulseada.
En el pasado la Avenida 7 tan cercana al lugar, me parecía algo hecho por arquitectos babilónicos. Como una construcción orgánica, viva en sí misma, hasta casi me parecía que crepitaba, respiraba. Era Enero, estaba transpirando, hacía calor, y la partitura se estaba arrugando junto con el resto de papeles que llevaba.

-Ciao, Dai, sii il mio jazzista, che è ancora più ossessivo tutti las giornadas. Vai avanti, vai avanti, la mattina è nostra.

-Hola Ceci… esto no es el Consulado…
Dimos unos pasos que ahora no sé en qué tiempo medir, pasando por un breve pasillo. Cuando me acordé estaba rodeado de una gran biblioteca que hacía las veces de acústica apagada, muy “seca” por cierto. Desde la calle no se escuchaba nada. En todo caso todo sonaba como una radio mono desde lejos, tipo spika al máximo. Si en la calle hubiese grillos se escucharían más fuerte. La podía ver los días que dejaba la ventana abierta dándole indicaciones a un alumno de turno, cortina de lado mediante. Sus voces no me llegaban, pero podía ver sus labios moviéndose y sobre todos sus gestos. Tan ampollosamente movía los brazos, dándole énfasis a sabe quién qué autor. ¿Podría volver a vivir al menos eso de nuevo?, sólo pasar por ahí... Es que los idiomas latinos suelen expresarse mejor con gestos que con palabras, sobre todo esa parte del Mediterráneo. Yo estuve en una que la gente gritaba y gritaba, y nunca entendía por qué.

Ya en la sala como dije, y frente a un Petroff, empezaba a probar cosas, el hermano pasaba y se quedaba escuchando desde fuera. Me restaba un poco de privacidad al trato, parado cerca con su ambo de residente, pero no necesariamente me molestaba. Cecilia solía ponerse un poco lejos, entonces si girabas, la veías de cuerpo entero. Vestida de cuero negro, oliendo a DolceGabbana o alguna de esas cosas caras que compraba, y por cierto no creo que necesitara para ser quién era. Pero yo no quiero ni puedo opinar, ella ya estaba explorando posibilidades en un editor de partituras que no sabía usar.

-Me vas a ayudar con esto, no entiendo nada. Vos sos el señor compositor. Si me ayudás, mientras hago café, aunque te noto como cargado para estimulantes.

-Ceci, soy un estudiante, no soy señor de nada. Pero, creo que con los editores algo entiendo. Este nuevo me complica algunas cosas, está cargado de funciones nuevas. Andá, dale. La cocina no está tan cerca, pasás la mesa del comedor, esa que tiene mucho verde. Las ventanas grandes, y no hoy no va a haber olor al picante que cocina tu hermano, por lo que sé.

-Dale vasco, jajaja. Gracias y después te pido una visita guiada por mi propia casa. Esperáme que ahora vuelvo. Traigo una bandeja china que compró mi vieja, toda llena de cosas que no se entienden. Porque traigo dos tazas y un plato con algo. No sé hacer instantaneo pero haré la prueba.

-Sí…

Miraba las obras nuevas para mí de Cage, que ella había dejado sobre el piano (que era media cola), aún con esas dimensiones desde afuera casi no sonaba. Antes me había pasado audios. Los experimentos con sonoridades me recordaban a Mallarmé, a todos esos poetas malditos, a los simbolistas franceses que decían que devolverían a las palabras lo que la música les había robado. No sé, Cecilia sabe tres idiomas, no es consciente o al menos no lo parece del efecto que produce en otras personas (en mí por citar a alguien). Me había regalado un disco de un autor local que ahora también acompaña a Carlos en la otra moradas que nos esperan. Omar Valente era impresionante, mezclaba el estilo compositivo de Chopin con el tango de Piazzolla. Nunca se me habría ocurrido ese tipo de cóctel de sonido, a él sí. No sé qué se entiende por una personalidad creativa, un sello propio, pero él definitivamente lo tenía. Todos tomamos cosas y las adaptamos, tal vez haya algún “click” secreto que avise, un momento que nos diga: “Ahí está Piazzolla”. Algo así, como cuando Nadia Boulanger le explicó al mismo compositor que él era él mismo que se había encontrado. Todo eso entre corales, Bach, Bartok y aditivos Klesmer. Las personas que sirven como espejo de uno no abundan. Encima se mueren y deberían ser eternas. La vida no es justa, pero ¿qué es justo?

Cecilia empujaba la puerta de entrada con el codo izquierdo, y venía cargando la bandeja. Caminaba más apurada que de costumbre, como si algo se le fuese a volcar.

-Está llena de cosas y símbolos que no se entienden, mirá, mirá esto. A vos siempre te gusta lo que no se entiende.

-Peut être, ja. -no pude sonreír, perdón por la descortesía, merezco ser guillotinado en la primera hora del alba más prometedora. Más afortunada, para todos. Para “la diosa razón”, Robespierre, Guillot, pero no para mí. ¿Limpiarían mi sangre en el piso mientras reirían y brindarían por mi muerte?
¿Igual qué importa? ¿Y qué importan ahora todo, empezando por mí mismo?

-Lo que vos tenés que hacer es focalizarte. El programa está bien, se divide como todo programa de estudios en períodos, tenemos lo barroco, lo clásico, lo romántico, lo contemporáneo. A ver lo clásico, eso creo que es lo que menos te gusta...

Me miró de frente, con esa mirada que te puede matar y no lo busca. Más que todo por una franqueza que disparaba como rayos catódicos hacía mí. Y dijo lo que esperaba:

-No te bancás mucho a Muzzio.

-Probamos de nuevo, me molesta lo básico de su armonía. ¿Sabías que Mozart que lo detestaba, no sólo por ser italiano, sino porque que veían la música de otra forma? Pero en las cartas al padre escribía, pero sí, Clementi se “gastó” bastante escribiendo terceras, componiendo con ellas.

-Sí, señor. -y sonríe, y se ríe. No es lo mismo. No era lo mismo. De todos modos Mozart quería componer, hacer valer su nombre. Clementi lo que quería era más bien crear una escuela pianística y hacer dinero con ella. Como Leschetitzky en Rusia, el polaco.

Probamos algunas veces con los estudios. Era divertido que cuando me corría un poco de eje, la veía “bailar” Clementi. No me parecía que eso se pudiese bailar de ningún modo.

-Sí, son las notas, está maduro lo tenés en “dedos”. Ahora, me permito un comentario. Está bien que el compositor murió hace más de 200 años, pero la música debería sonar viva.

Fue una crítica que me fusilaba desde el eufemismo más amable. Continuó:

-Quiero aprender, quiero saber, quiero estar loca como vos lo estás. Ayer a la noche me quedé estudiando porque quiero parecerme. Mirá las anotaciones. -me mostraba unas partituras llenas de tachaduras y cifrados. Además de flores y no sé qué más que dibujada con lápiz y marcador.- En un comienzo quería que vos me enseñes a componer y a hacer arreglos…

-Cecilia, vos ya estás más loca que yo. Creo estar ubicado, soy un estudiante, mi nivel de ejecución es medio para lo popular. Puede que tenga alguna que otra idea alguna vez, no lo niego. Pero no podés compararme con esa gente que admirás. No soy nadie, nadie.

“Y desde Rosario te mando un abrazo, grande grande, y tomamos una cerveza bien helada cuando hablemos".

Me acordaba de eso. La persona de la frase no podía abrazar, (el recuerdo tampoco), sus brazos no funcionaban desde que nació. Pero sí su mente, y no podía dejar de pensar. Hoy, ahora, se habrá robado el cielo, él debe ser su dueño.

-¿Qué te pasa? Parecés Judy Garland, ¿estás llorando?

-Ja, no. Te voy a ahogar con dos cajas de Toblerone vencido, y Biznike. Por cierto, Nike, ja, ¿te gustan mis zapatillas? Lang Lang está vendiendo unas “especiales” para tocar el piano.

-No, no sabía…

Sí, ella no sabía sobre esa publicidad, pero sabía sobre el futuro. No había lágrimas en ese momento, incluso si después las hubo tal vez fueron invisibles. Tampoco muertes que las justifiquen.
Estuve en mil guerras. ¿Sabías que las perdí todas? Pero acá estoy. Cecilia santa patrona no paraba, y me hablaba de Arlt y Erdosain. “¿Y vos te crees que uno puede vivir en este país de lo que estudió? En los recitales yo era el florero. Me ponían de adorno…”

No entendí eso, y si entendí un cinco por ciento, lo di por porcentaje nulo y sordo. No entendí nada.

-Cecilia, me siento mal, ¿podría dormir acá?

-Si querés dormir andate a tu casa. ¿Acaso pensás dormir en el suelo? Es duro, aviso, nunca dormí ahí pero sé que debe serlo.

La ventana estaba abierta, los cristales estaban tan limpios que una llamarada de sol me cegó por un momento. Cecilia parpadeaba con sus pupilas detrás de los lentes tóricos.

-Está bien, me convenciste, te quedás.

-No, pero no pienses nada malo, u oculto, de verdad me siento mal. Necesitaría dormir, algo de mi pasado se está por ir y no sé bien qué sería.

-Otra vez hablando raro. Mi hermano creo que se fue podés usar su pieza.

-No, no lo trato tanto, creo que mejor duermo en el suelo. No te ofendas, y te, les agradezco de verdad.

-Está bien, podés usar mi pieza. ¿Sabías que en una época dormía con los brazos cruzados sobre el pecho y las manos en los hombros, como Morticia la de los Locos Adams?

-No, ni idea. Debía ser tensión, ¿antes de recitales? Por favor.

-Seguime, es esa escalera caracol al lado de la cocina.

Caminábamos y todo se me deformaba alrededor, era como un observador impresionista. Las paredes tenían muchos cuadros de pintores nacionales renombrados. Recuerdo un Pettoruti.

-Vasco, dormí que cuando despertés la seguimos.

Quise cerrar los ojos, matar un poco de esta realidad. Ahí dormía Cecilia, y estaba todo lleno de fotos familiares, viajes y unas valijas con etiquetas en idiomas de babel. Un contrabajista tocando en La Scala. ¿Su expareja?

-Ustedes los jazzman que se hacen los tan recios, y temblás como una hoja, jajaja.

-Supongo, creo que mi sistema nervioso está colapsando. Ah, por cierto pusiste un espejo en la sala para verte tocar a vos misma. Eso hacía Gieseking, se estudiaba todos los gestos que le parecían superfluos y le podían quitar energía o efecto a sus ejecuciones. Me voy a apagar.

Lo último que recordaba de la realidad menos intensa, era la broma sobre Garland, habíamos escuchado miles de veces “Kind of Blue” de Miles Davis y en uno de los tracks no tocaba Bill Evans sino un tipo de ese apellido… aunque no, era Kelly, Wynton Kelly, un sonido más percusivo... Bueno, pensó en alguna cantante o actriz, estuvo cerca.
Cerca del techo a altura media en la pared, cerca de una foto en blanco y negro que parecía de ella muy chica, colgaba un cazador de sueños. En toda esa temática de amerindios tuve charlas con dos brasileros y una uruguaya muy charrúa. Si bien estaba acostado me pesaban los brazos. No me dolía nada, pero los sentía como muertos. Aunque al rato, sí me empezaron a doler de manera muy aguda. Sin un foco definido recordé una escena de “Lolita” de Kubrick en que tomando el guión de Nabokov ella en un auto le “diagnostica” un infarto a su “captor”: “te duelen los brazos, es un infarto, lo vi en una revista”. No sé quién tenía razón. Ahora sí. El coma me hizo hundirme.
Podía escuchar un latido muy fuerte, latía en mis oídos. En poco tiempo se fue expandiendo y me pareció ser todo latido. Cecilia no tengo idea de qué haría, pero si esto era resultaba sueño, era todo idea. No era tener o no tener, era una forma de fluir, en los más profundo, para bien o para mal.

“Su actuación comenzó con la fuga en mi menor de Händel, que fue interpretada por Liszt con la elusión de todo lo cercano al adorno ampuloso y, de hecho, casi cualquier adición, a excepción de una multitud de armonías ingeniosamente artificiosas y apropiadas, lanzando una luz de color sobre la belleza de la composición e infundiéndole un espíritu que de ninguna otra parte se ha recibido”.

Leía una crítica de The Times antigua sobre Liszt, alguien la había dejado ahí. Empezó a caminar por la sala, no había mucho espacio pero tampoco era para tropezarse con algo. Se debe haber sentido mal o cansada, porque se sentó en una de las dos sillas que había ahí, sin contar la butaca del piano. El corazón no puede pensarse a sí mismo, es una bomba, una bomba que late. Su función es bombear sangre para que circule por todo el cuerpo. Que llegue.

¿Te acordás del fan de AC/CD? De Renzi te estoy hablando. Te acordás de que antes de estudiar para su exámen en informática tiraba como mil pastillas sobre la mesa y decía: “Bueno amigos, ahora me voy a drogar”, jajaja. El mejor humor, y Marcelo era cardíaco.

-¿Así que venís a Buenos Aires con el mastodonte? -se refería a un Fender Jazz Bass japonés que cargaba por entonces.- Sabés que yo me acuerdo los números de teléfono pero marcando, marcando como si viera las teclas (hacía el gesto de marcar en el aire y se reía).

-¿Cuándo te diste cuenta que tenías ese tipo de problemas?

-Nada, viste que yo soy grande, ocupaba mucho espacio, me peleaba con los marcos de las puertas. En un boliche necesitaban seguridad y custodias. Y bueno, yo necesitaba laburo. A las dos noches que me dieron de turno me empecé a sentir cansado. No sabía bien el motivo. Llegaba a casa, y Natalia, mi ahora esposa me decía, pero Don Renzi ¿Por qué no visita al médico?

-¿Te trata de usted?

-Sí, jajaja. Le gusta mantener la distancia en algunas cosas. Supongo que es por eso más que por una cuestión de respeto.

-Ah, sí. ¿Y con qué cargas en ese bolso? ¿Sólo ropa?

-Videojuegos, hermano, me aburro sino. ¿Qué hago yo acá solo en una oficina y sin ellos?

Recuerdo que en algunas clases andaba con esos aparatos que te hacen un testeo cardíaco continuo, son como pequeñas radios. Se lo ponía en un costado y solía comer galletas antes que llegue algún profesor. El tipo tenía una contextura importante, sin llegar a ser un monoblock porque parecía humano, me parecía muy cerebral. Su buen humor debía ser una forma de autodefensa. Trataba de contagiarlo y contagiarmelo, porque parecía que le caía muy bien. “Sobre todo porque usas palabras que nadie usa”.

“Sos el argentino más loco, le entiendo a todos a todos, menos a vos. No entiendo todo lo que decís, hahaha”.

Calculo que por esa época ella no debía tener suficiente vocabulario en español, siendo extranjera, era comprensible. Ella, y me refiero a quién dijo alguna vez eso.

-No, dejá que te invito a Don Julio, y tomamos un café o un submarino, seguro tu abuelo te llevaba ahí y pedía eso cuando eras chico, ¿me equivoco, vasco? -seguía Marcelo.

No se equivocaba. A veces detesto la exactitud, sobre todo cuando corroe lo que ya se volvió cepia. Pero bueno, todos tenemos un pasado, o varios.

Dos aves empezaron a cantar muy fuerte cerca de la ventana donde estaba Cecilia leyendo partituras en silencio. Pensaba las funciones, memorizaba fragmentos, y tomaba algo. Pero no todo debía estar bien.

-Cecilia, te llama la Regina del Consulado, es por el pasaporte. Unos trámites para la visa y esas cosas. ¿Estás bien, nena? -la madre dijo eso. Cecilia habló con la titular en el Consulado. -¿Hay un hombre durmiendo en tu pieza, qué estás haciendo, nena? ¿No estarás embarazada?, no me parece el momento…

La verdad es que yo no sabía si estaba, si no estaba y ese profundo latido llegaba ahora desde abajo del piso, como el Corazón Delator de Poe. ¿Ella confesaría sus crímenes, ja? No creo.
Las aves cantaban aún más fuerte, o los sentidos se habrían aguzado.
Cecilia pensó en chocolates y el kiosko de la esquina.

Lo último que recuerdo es que ella estaba apurada. El micro se iba, y me explicaba cosas de corales y el micro se escapaba y dibujaba esas flores por todos lados. “Más y más flores, tomá y me tengo que ir”... Llenaba los blancos en el papel, un montón de flores que sí, ahora lo entiendo, eran para nosotros. Para ella, para mí. Los pájaros tienen como mil latidos por minuto. No sé si son conscientes que alguna vez mutaron. Que fueron parientes de los dinosaurios, que incluso en lo gigante podía vivir lo diminuto. Según investigaciones como las de Pavlov, actúan por reflejo y Darwin agregaría las conductas de supervivencia. Son hábitos adquiridos desde hace miles de años. Buscar pequeñas ramas, crear un nido, incluso en la ciudad. Desde la realidad más profunda, incluso para nadie.






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