Philippe Soupault, los orígenes del Surrealismo. Adriana Santa Cruz



Philippe Soupault

Adriana Santa Cruz
Philippe Soupault (1897-1990) fue un escritor francés quien, junto con André Breton, fundó el movimiento surrealista en 1920, aunque es expulsado del grupo seis años después por mostrarse contrario a su organización. En 1917 publicó sus primeros versos en la revista Sicy su primer libro Acuario. En 1919 escribió, en colaboración con Breton, Los campos magnéticos, primer texto literario surrealista.
Viajero incansable, en la época del desembarco aliado en África del Norte, logró escapar de Túnez a Argelia donde inició su actividad como periodista. En 1943 viajó por Estados Unidos y casi toda América Latina. De vuelta a Francia, pronto reinició sus viajes de 1948 a 1950 por Oriente y África.

También escribió obras de teatro como El triunfo de Juana, 1956; textos autobiográficos y testimoniales como Memorias del olvido, 1981, y ensayos sobre Apollinaire (1928), Lautréamont (1929), Baudelaire (1931) y Musset (1957).

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Uno, dos o tres

Busquemos los hijos
los padres de los hijos
los hijos de los hijos
las campanas de la primavera
las fuentes del verano
las penas del otoño
el silencio del invierno
Westwego

(fragmento)

Hace calor y hoy es domingo
hay tristeza
el río es muy desgraciado
y los habitantes se han quedado en casa
Me paseo por la orilla del Támesis
una única barca se desliza para alcanzar el cielo
un cielo inmóvil
porque es domingo
y el viento aún no se ha levantado
es mediodía ahora son las cinco
uno no sabe adónde ir
un hombre canta sin saber por qué
así marcho yo
cuando uno es joven lo es para toda la vida
mi niñez enjaulada
en ese museo sonoro
de Madame Tusseaud
ahí está Nick Carter con su sombrero hongo
tiene en el bolsillo toda una colección de revólveres
y grilletes brillantes como blasfemias
a su lado el caballero Bayardo
que se le parece como un hermano
ahí está la historia sagrada y la historia de Inglaterra
al lado de los grandes criminales que han perdido sus nombres

Cuando salí en ninguna parte
se encuentran cafés
ni luces que espanten las palabras
ni mesa en que apoyarse
para no ver nada para no mirar nada
ni vasos
ni humo
solamente aceras tan largas como los años
donde por la tarde florecen manchas de sangre
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Westwego
Los últimos cartuchos

La noche tiene ojos sin pupilas
y largas manos
Qué buen tiempo hace
Hay una estrella roja
y largas serpientes nocturnas
Hace buen tiempo
Es necesario gritar para no estar triste
las horas danzan
Es necesario rugir para no matar
para no morir cantando
para no enrojecer de vergüenza
y de rabia
Nada mejor que irse
tomar el bastón
y caminar
Cuando uno agota los nervios
y se enfurece
Qué buen tiempo hace
las campanas repican a difuntos
y por la gloria de las armas
todo tiene que volver a empezar
Pese a la oscuridad veo
cómo caen cabezas en el cesto
bajo el golpe de la guillotina
diviso ahogados que flotan
y ahorcados que se balancean
Se oyen gritos en los hospitales
Qué buen tiempo hace
Uno se mira en el espejo
por placer
y se encuentra realmente feo
pero uno piensa en otra cosa
para no desesperar
Qué se ve
realmente
qué se ve
El cementerio es encantador
hay flores coronas
cruces e inscripciones
Qué buen tiempo hace
Qué se oye
el sol toca el clarín
en las puertas de los cafés
es la batalla definitiva
la ciudad muere al son de las ranas
y las flores caen
severamente
como árboles desarraigados
Aquí están los hombres
están tan pálidos como los vivos
llevan corbatas rojas
bastones con punteras de plomo
y diarios de todos los colores
Se detienen
y juegan
a cara o cruz
Cada vez hace mejor tiempo
Banderas y música al frente
inclinamos la cabeza
porque cada vez estamos más
solos
pálidos
feos
Tenemos que reiniciar la marcha
a cara o cruz a risa de vino y licores
Los cafés están empavesados
como las sonrisas de las damiselas
avancemos siempre
pronto sabremos lo que ha de venir
Realmente hace muy buen tiempo 


Fuente: Leedor


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